Operación Doolittle o «ataca y regresa como puedas»

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Tras el ataque a Pearl Harbor, lanzado el 7 de diciembre de 1941, todo parecía indicar que Japón estaba en ventaja sobre Estados Unidos. Ese día, una operación múltiple lanzada desde seis portaaviones, apoyada por ocho acorazados y tres cruceros causó muchas pérdidas y bajas a la flota estadounidense en Hawai; en el estado 50 de la Unión Americana. Más de 200 aviones entre cazas, bombarderos y torpederos, se encargaron de poner en llamas a la más grande base naval norteamericana en el Pacífico.

Habían pasado más de cuatro meses desde el ataque nipón. El pueblo estadounidense todavía no se reponía de este golpe sorpresa, así que ideó la forma de lanzar un operativo que les diera en lo más profundo de su orgullo. Se dice que un oficial submarinista propuso acercar los portaaviones a 600 kilómetros de Tokio y lanzar un ataque inesperado con bombarderos hacia objetivos militares japoneses. La intención era no tanto causar daños materiales, sino desmoralizar a su población y hacerle sentir que, a partir de entonces, ya no estarían seguros dentro de sus fronteras metropolitanas.

James H. Doolittle

El coronel James H. Doolitle fue asignado a esa tarea, la misión llevaría su nombre debido a ello. Lo interesante era que se trataba de un experto aviador en misiones de exploración, pero que hasta ese momento nunca había estado en combate. Por órdenes del alto mando norteamericano, Doolittle llevaría a cabo la operación que consistiría en un bombardeo relámpago en la zona industrial de Tokio; en el corazón mismo de Japón. El avión seleccionado fue el B-25B Mitchell, que era poco más grande que los cazas que normalmente transportaban los portaaviones estadounidenses, pero con una mayor capacidad de carga destructiva: 4 bombas de 250 kilos.

Preparando la misión

El B-25B Mitchell en realidad no es un avión caza, sino un bombardero mediano con mayor capacidad de carga que estos, más ágil que sus similares de gran escala y con una mejor maniobrabilidad que permitía evadir ataques antiaéreos mejor que otros de su clase. Es por ello, que las fuerzas armadas estadounidenses lo usaban en diversos tipos de operaciones desde ataques a baja o gran altitud, hasta misiones de avistamiento, patrullajes navales, ametrallamientos rasantes, como transporte de tropas aeronavales e incluso hasta lo emplearon como cazabombardero por su tamaño mediano.

Los aviones B-25B Mitchell a bordo del USS Hornet.

El único problema era: ¿cómo hacer para que esta singular aeronave pueda despegar desde la pista de un portaaviones, que tiene las medidas exactas para aeronaves más pequeñas como el Avenger Grumman cuya longitud era de 12.48 metros. Mientras que la del B-25 Mitchell es de 16.1 metros. Eran sólo dos metros de diferencia, pero representaba todo un reto para la fuerza aérea estadounidense en su momento.

La cirugía del B-25 Mitchell

La pista de los portaviones era de 130 metros y no era posible alargarla; menos ante la urgencia de la guerra. La atención se enfocó en las capacidades del avión: su blindaje, las capas metálicas de reforzamiento, fueron extraídas para disminuir su peso. Se decidió bajar el número de tripulantes de seis a cinco y luego llegó el turno de las ametralladoras. De las 18 Browning M2 de 12.7 mm que tenía originalmente, se desmantelaron 17, sólo se dejó la de proa para cualquier ataque frontal. Esto permitió que la aeronave pudiera llevar compartimientos extras de combustible pues la misión era básicamente realizar un vuelo sorpresivo hacia las fronteras internas de Japón, lo que significaba casi 800 kilómetros, Hay que tomar esto en cuenta, pues la autonomía del avión era de 2 mil 180 kilómetros; así que durante los primeros mil kilómetros la misión debía quedar cumplida, así sólo había la misma distancia para regresar por China o la Unión Soviética.

La operación en riesgo

La lancha patrullera japonesa Nittu Maru.

El portaaviones elegido para lanzar la operación fue el USS Hornet, el cual sería colocado a 600 metros de la costa japonesa, luego se lanzarían 18 aeronaves cargadas con sus bombas. Sin embargo, la estrategia no pudo realizarse de esa manera, pues un patrullero japonés Nittu Maru logró visualizar la embarcación. En este momento, la comandancia naval optó por hundir a la embarcación, lo cual fue realizado a las 8:00 horas, tras una cacería que le costó casi mil proyectiles y el despegue de un escuadrón de cazas, que finalmente el que logró hundirlo. El incidente ocurrió cuando todavía el Hornet se encontraba a 1,100 kilómetros del punto de inicio, es decir, a nueve horas de distancia del punto que se había establecido. La armada estadounidense se estaba jugando la operación y decidió lanzarla inmediatamente ante la incertidumbre de que los patrulleros japoneses hubieran enviado algún mensaje de alerta. En cuestión de minutos, las tripulaciones cargaron latas de combustible extra a bordo y ocuparon sus posiciones. Entre las 8:10 y 8:20 a.m. despegaron con rumbo a Tokio para asestar el golpe que significaría la desmoralización de Japón.

Poco después de haber despegado Doolitle, quien además comandaba la misión, se dio cuenta de que todo estaba funcionando con normalidad. Durante cinco horas volaron hacia su objetivo hasta que fueron avistados por un avión de reconocimiento que de inmediato los reportó a su alto mando. Para suerte de los estadounidenses, los japoneses desestimaron la alerta por considerar que era difícil que sus enemigos pudieran lanzar un ataque contra su capital, teniéndola tan vigilada.

Otra cosa que también hizo que los japoneses ignoraran el reporte fue porque esperaban que Estados Unidos atacara amparado en la noche o la madrugada. Los objetivos de Doolittle fueron Tokio, a donde se dirigió acompañado con nueve aviones; tres más se desplegaron hacia Kanagawa y Yokohama y otras tres a Nagoya, Osaka, y Yokosuka.

Vista aérea desde un B-25B Mitchell sobre la base naval de Yokosuka

¡A correr como locos!

Tras la misión, las tripulaciones estaban a su propia merced. Debían alejarse lo más que pudieran para ponerse a salvo. El portaaviones desde el cual despegaron, que sería el punto de retorno más conveniente, no los esperaría y además había regresado a Pearl Harbor, apenas despegaron las aeronaves. Esto se determinó así pues era parte de la sorpresa del ataque era desconcertar al enemigo y hacerlo dudar de dónde habían despegado bombarderos para lanzar una ofensiva tan atrevida y, con aeronaves más pesadas. Los efectivos estadounidenses tuvieron que volar hacia territorio de China nacionalista o de la URSS para poder escapar de las patrullas de vigilancia niponas.

El problema fue que, a último minuto, Moscú no abrió sus bases porque estaba perdiendo la guerra contra la incursión alemana y quería evitar cualquier intento de invasión por parte de Japón, así que los sobrevivientes norteamericanos tuvieron que vérselas duras en los húmedos terrenos chinos. Según reportes informáticos, de los 80 hombres que partieron, sólo regresaron 69. Tres murieron en diferentes accidentes que implicó la hazaña y cuatro fueron ejecutados por las patrullas japonesas, otros fueron capturados y murieron en cautiverio. Doolittle regresó sólo con una herida en la rodilla y junto con los demás sobrevivientes se reintegró al servicio. Sólo para que lo sepan, los pilotos que pudieron llegar a territorio soviético permanecieron en prisión más de un año.

 

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