Persiste China en su «gran muralla de arena» en el Mar del Sur

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Tal vez pocas personas puedan apreciar que el mar tiene un precio muy elevado a nivel comercial y, por lo tanto, en el plano estratégico. Si echamos una mirada al Mar del Sur de China, podríamos valuarlo por más de tres trillones de dólares y eso, sólo por el derecho a tránsito por esas aguas y sin considerar la pesca o el petróleo y el gas que subyacen en el fondo submarino.

Es por esto que países como Vietnam, Brunei, Taiwán y Filipinas han estado en conflicto desde hace tiempo por la posesión de este paso estratégico, pero ha sido China el que ha comenzado a actuar de manera más activa y decisiva en pos de apropiarse con ese reducto marino. ¿Cómo lo ha hecho? Construyendo en el agua, es decir, edificando islas artificiales en las que ha colocado instalaciones militares y navales para mantener un dominio regional sin precedentes.

Esta acción ocasionó la protesta de esos países, especialmente de Filipinas, país que se ha opuesto a la construcciones atolones de arena por parte de Beijing. En la pasada reunión de la APEC, en Vietnam, el presidente filipino Rodrigo Duterte se abstuvo de acercarse con los delegados chinos debido a este problema que. según él, pone a China en dominio de esa gran masa marina.

En el caso de Taiwán, el gobierno de la isla nacionalista no ha querido entrar conflicto con el gigante asiático y sólo ha realizado gestiones para solicitar la explotación de las aguas. Pero no sólo Vietnam, Filipinas y Brunei se han puesto recelosos ante esta acción, que ha sido calificada como la «Gran muralla china de arena» en torno a las islas Spratly, también Estados Unidos se encuentra en alerta ante las instalaciones militares que ha construido China para apuntalar sus reclamos territoriales.

Según expertos militares afirman que este conflicto podría llevar a China y a Estados Unidos a una posible guerra en torno a la posesión de este reducto. De hecho, ambos países han estado en riesgo de una crisis armada desatada por incidentes de intrusiones de aviones de ambos bandos.

El caso se pone aún más candente con la decisión de Japón de impedir que esa hegemonía china pueda realizarse. Recientemente, Tokio envío un escuadrón de aviones cazas (en la foto) para interceptar dos aviones de transporte chinos, Y-8 y Shaanxi Y-9 que fueron detectados en las cercanías de otro conjunto insular reivindicado por el estado japonés: las islas Senkaku (China también las exige como soberanía bajo el nombre de Diayou).

Hasta el momento, estos hechos no han pasado a mayores, pero es sólo porque Beijing no ha dado el siguiente paso que se está esperando que dé: la creación de patrullas navales y una base de submarinos que apoyarían a un flota como muestra de un gran poderío naval. Cuando esto pase, la alerta que ahora es preventiva, seguramente pasará a ser un poco más roja.

 

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