La Invasión a Sicilia marcó el fin del predominio nazi en el Mediterráneo. El 10 de julio de 1943, los aliados decidieron abrir el frente italiano, que les daría una buena base para replegar a las fuerzas nazis con una gran victoria aeronaval que se vio coronada el 17 de agosto. Han pasado 75 años de esa hazaña bélica. La madrugada del 10 de julio, el general estadounidense George S. Patton, y el británico Bernard Montgomery, encabezaron el que sería descrito como el desembarco más importante hasta ese momento.
El objetivo era capturar el puerto de Licata, ubicado al sur de Sicilia, y avanzar hasta Messina en el extremo noroeste de la isla; justo para dar un salto a la bota italiana. Los británicos, cerrarían la pinza por el suroeste. Pese a sus derrotas infligidas en el norte de Africa, los italianos presentaron una fuerte resistencia bajo el mando de Alfredo Guzzoni, quien dirigió la invasión a Albania y posteriormente lideró la avanzada italiana a Francia.
Guzzoni planeó resistir con sus tropas en la costa, a las que movilizaba ágilmente para reforzar diversos puntos cuando eran necesarias. La operación no hubiera logrado un éxito prematuro de no haber sido por los ataques propinados por la Marina regia, la fuerza naval que, aunque causó duras bajas a los aliados, también quedó fracturada por los contraataques. Una vez desarticuladas las fuerzas del general italiano, la operación Husky, dirigida por el general Dwight Eisenhower, dio luz verde al desembarco inglés y norteamericano; en este también participaban los canadienses, sobre todo con tropas aerotransportadas.
De las dos fuerzas que hicieron la avanzada, los ingleses lograron llegar a su objetivo desde Siracusa casi sin resistencia, sólo los estadounidenses tuvieron que enfrentarse a una facción alemana que se les interponía en el camino. Dos días después del desembarco, las fuerzas italianas ya habían sido superadas por la avanzada aliada y la mayoría se retiró de la zona, dejando a los nazis la esperanza de contener la ofensiva.
El general Albert Kesselring, al frente de 40 mil alemanes del XIV Cuerpo Panzer, sostuvo fuertes combates que pese a todo no lograron impedir que los estadounidenses capturaran los poblados de Gela y Ragusa; hasta llegar a Palermo, que cae bajo su control el 22 de julio. Los nazis, junto con los escasos refuerzos ítalos que aún se mantenían con ellos, se vieron debilitados por la falta de pertrechos y para el 17 de agosto abandonaron la isla; dejando así el paso libre a la invasión del continente.
Aunque el desembarco a Normandía, que se realizaría casi un año después, fue la operación naval y anfibia más grande de la segunda gran guerra, la incursión a Sicilia marcó lo que el presidente Teodor Roosevelt había calificado como «el principio del fin para los países del Eje». Previamente, el primer ministro inglés, Winston Churchill, contempló que la operación sería un ataque directo al «suave vientre del Reich».
Sus consecuencias fueron desastrosas para Mussolini, quien fue destituido por el rey Emanuelle III. El mariscal Pietro Badoglio sustituyó al Duce, hasta que pocos días después se llegó a la cordura de que Italia no podía resistirse más a la ofensiva aliada. En total fueron seis semanas de ataques y contraataques que culminaron con la victoria aliada.
En esta gigantesca operación participaron 280 barcos, 320 transportadoras, 900 lanchas de desembarco grandes, 1.225 pequeñas y 3.680 aviones. La ofensiva causó al Eje 29.000 muertos y heridos y más de 140.000 fueron hechos prisioneros. Por su parte, las tropas aliadas sufrieron 28.534 bajas: 2,237 estadounidenses muertos, 6.544 heridos y 4.500 prisioneros o desaparecidos. Los ingleses contabilizaron 2.721 muertos, 10.122 heridos, mientras que Canadá: 562 muertos y 1.848 heridos.