Respuesta lúcida

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En su tesis póstuma Responder a la historia, Iván Zhudakaev, ex diputado de la Duma de la Federación Rusa, describe:

Como diputado de la Duma, mi profesión me obligó a prestarle oídos a las preguntas acerca de la política mundial y no fueron pocas las veces en que me vi absorto en el pensamiento sobre el destino de los Estados. La primera guerra de conquista, desatada en 1991 y denominada golpe a Iraq de 43 días; la segunda de 78 días de bombardeos a la ex Yugoslavia; la tercera desencadenada en 2001 por Estados Unidos y que fueron dos meses de ataque a Afganistán; y la cuarta que estalló en 2003 y que fue el segundo golpe a Iraq efectuado por tres semanas…

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Más indignación y preguntas ante las reiteradas acciones arbitrarias de la superpotencia. Las dudas y preguntas desembocaron en una gran cuestión política y, en resumidas cuentas, se planteó un problema estatal y político referente a la arbitrariedad estadounidense.

Pero de ningún lugar se emitía una respuesta lúcida, excepto la RPD de Corea de Oriente.

En su famosa obra La línea revolucionaria del Songun es una gran línea de nuestra época y bandera siempre victoriosa de nuestra revolución, Kim Jong Il, presidente del Comité de Defensa Nacional, sistematiza de forma integral y sintetiza todos los problamas teóricos y prácticos de la política Songun que a mediados de la década de 1990 aplicó de forma global en una fase nueva y superior del desarrollo de la revolución.

Entonces, ¿con qué se puede ratificar la argumentación de que la teoría de la política Songun constituye una respuesta lúcida a la historia?

Hagamos retroceder las manecillas del reloj a los años de 1990.

A principios de esa década, en que se rompió la estructura de confrontación Este-Oeste y en varios países se produjo el gran cataclismo político consistente en el derrumbe del socialismo y la restauración del capitalismo, Estados Unidos dirigió la punta de su lanza de ataque al socialismo hacia la República Popular Democrática de Corea.

En esa circunstancia, de RPD de Corea se transmitió la triste noticia sobre el fallecimiento del gran Líder Kim Il Sung que sumió en un gran pesar a toda la nación y sobre sus grandes dificultades económicas y de la vida debido a la inundación y la sequía que jamás se vieron en varios siglos. Aprovechando esta coyuntura, Norteamérica estranguló en extremo a Corea con el cerco, bloqueo y sofocación.

El diario norteamericano Guardian reveló la movilización de un millón y 200 mil efectivos de la alianza imperialista, entre ellos los del ejército norteamericano, para el cerco y la estrangulación de la RPDC y la declaración estadounidense de que la desaparecería con el golpe anticipado de armas nucleares.

La prensa occidental difundía el rumor del “derrumbe prematuro” de Corea. El pueblo coreano estaba en la disyuntiva de mantenerse como pueblo independiente o convertirse en esclavo colonial del imperialismo.

Kim Jong Il no podía jamás escoger la segunda alternativa. Escogió la primera. Tomó la resuelta determinación de aplicar de forma global la política Songun que concede prioridad a la consolidación de las fuerzas militares.

En esta última su política acentuaba el armamento ideológico y espiritual. Todas las teorías de los siglos XIX y XX que ponen al centro el cañón, el tanque, la nave, el avión, el misil y el arma nuclear, abogan a favor de la omnipotencia de la técnica militar y menosprecian en sumo grado la ideología y el espíritu de los soldados.

La argumentación de Kim Jong Il insiste en los dos componentes de las fuerzas militares: la ideología-espíritu y la técnica militar, y al mismo tiempo propugna la superioridad decisiva de la fuerza ideológica y espiritual del ejército.

Partiendo de un análisis correcto de las circunstancias en la palestra internacional y las exigencias de la época, presentó al ejército como grueso de la defensa nacional y la construcción del socialismo.

No es casual que mientras en el mundo la mayoría absoluta de los 20 millones de soldados esperan solamente el momento en que se desencadene un conflicto, gastando al año más de un billón de dólares estadounidenses, la comunidad internacional valore altamente el Songun de Pyongyang que empuña simultáneamente el fusil y el martillo y lo catalogue como monumento de la política.

La vitalidad de la política Songun aplicada por Kim Jong Il ha sido atestiguada por numerosos extranjeros en su visita a Corea y se ha hecho de dominio público a través del periódico, la radio y la televisión.

Ante todo, hablemos de la fuerza ideológica y espiritual del Ejército Popular de Corea.

La sociedad internacional pronosticó la aparición de armas sofisticadas durante la parada militar efectuada en la plaza     Kim Il Sung de Pyongyang el 9 de septiembre de 2003, con motivo del aniversario 55 de la fundación de la RPD de Corea.

Sin embargo, vio solamente desfilar en orden las formaciones llenas de ímpetu. Escuchó solamente sus exclamaciones al Comandante Supremo: Kim Jong Il, Defensa a muerte, Balas y bombas.

Conoció el mundo espiritual de los soldados coreanos de convertirse en balas y bombas, despedazándose en el cielo y reduciéndose en cenizas, para defender a su líder, patria y socialismo.

Ahora hablemos de la fuerza militar y técnica del ejército coreano.

Cuando se hizo público el lanzamiento del satélite artificial de Tierra Kwangmyongsong-1, el suceso impactó al mundo entero. Fue una declaración solemne de que Corea, apoyándose enteramente en sus propios recursos y tecnología, se situó por derecho propio entre las naciones capaces de lanzar satélites. Más impactó a los círculos político y militar del mundo el hecho de que con ello anunció también su poderío militar. Incluso los medios de prensa occidentales informaron que Pyongyang demostró su capacidad de poseer misiles balísticos intercontinentales capaces de atacar cualquier punto del planeta.

Los círculos político y militar quedaron una vez más asombrados ante los ejercicios de lanzamiento simultáneo de misiles de larga, mediana y corta distancias en Corea. Fue un acontecimiento militar que reafirmó el argumento de que ningún lugar del planeta está fuera del alcance de ataque militar y técnico coreano.

La política Songun tuvo un efecto positivo también en la construcción de la potencia económica, último jalón de la edificación de la potencia socialista.

Gracias al esfuerzo abnegado del pueblo y el ejército, por doquier se levantan plantas de generación eléctrica de gran tamaño, fábricas modernas y edificaciones monumentales.

La historia se encargará de transmitir a la posteridad la verdad de la política Songun del Dirigente coreano, escribiéndola en letras mayúsculas en su página dorada.

 

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