Rusia pone a temblar a la Unión Europea, pero no de miedo sino de frío por la falta de gas para calentarse. Este jueves, Bulgaria y Polonia pasaron a la lista de países que no tendrán más gas natural ruso, por el simple hecho de no haber pagado sus cuentas en rublos. La medida despertó la necesidad de buscar un nuevo proveedor de este energético, el cual podría ser Medio Oriente, pero subsiste la duda de hasta qué punto puede ser una buena opción.
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A Gazprom, la empresa estatal de hidrocarburos de Moscú, no le importa en realidad si le pagan con su moneda o con euros, pues hasta ahora todavía ha estado aceptando la divisa europea por debajo de la mesa, en una abierta violación a las sanciones impuestas en su contra tras su operativo militar en Ucrania. Corporativos de la firma han reconocido que algunas empresas europeas han optado por negociar aprovechando puntos ciegos de las sanciones.
Todo es parte de un plan maestro para seguir vendiendo al enemigo debido a sus ventajas geopolíticas. Es algo muy semejante al dicho griego atribuido a Temístocles cuando le pide al rey de Salamina, por dónde atravesarían las tropas persas, que se una a la Liga panhelénica. El gobernante le respondió que prefería mantenerse neutral, a lo que el guerrero ateniense le responde antes de ejecutarlo: “La justicia se trata entre iguales”.
Vassilis Kopsacheilis, asesor especializado en riesgo geopolítico, señaló en una entrevista con The Media Line que la misma Gazprom seguirá enmascarando su negocio con el eurobloque a tal grado que, a través de su banco Gazprombank, cambiará los euros, o incluso los dólares que reciba, por los rublos que le exige el Kremlin, y punto y aparte.
De hecho, ya son varias las corporaciones europeas que mantienen contratos con Gazprom, y que ya han pagado en rublos mediante esta fórmula de la que, tanto Bruselas como Moscú, se hacen de la vista gorda.
Sin embargo, otras compañías que insisten en respetar las sanciones contra Rusia, están evaluando diversas perspectivas como recibir el gas natural y el petróleo de países de Medio Oriente, aunque en el fondo no están muy convencidas de que eso pueda ser una buena solución debido a los problemas por los que atraviesa la región desde hace décadas.
El panorama en Medio Oriente
Empecemos por Egipto y la región kurda de Irak, los cuales pueden ser proveedores de cantidades limitadas de hidrocarburos. Si nos vamos hacia Argelia, Qatar y Arabia Saudita, tendremos cuotas más altas y, ni qué decir de Irán, de dónde se puede adquirir todo el gas que se desee. ¿Pero cuál es el problema que rodea a estos países? Sencillamente que también están sometidos a algún tipo de boicot, desprestigio político o incluso a sanciones semejantes a las impuestas a Rusia.
¿El marcador gepolítico?
Si optamos por el gas proveniente del norte de Africa, esto sólo sería como rellenar una muela, pues a final de cuentas no lograría superar las expectativas europeas. Punto para Rusia.
La producción de Arabia Saudita, y de los demás países del Golfo, pueden ser la solución, el problema es que su producción ya está comprometida con China. Reducir sus exportaciones a Asia y revirarlas a Europa, no parece ser una buena opción debido a la gran importancia que tiene Beijing en Medio Oriente, algo que las potencias occidentales han descuidado desde hace tiempo. Sencillamente no harían esta movida porque el gigante asiático se ha mostrado más proclive a mantener un cierto liderazgo en la región, tras el abandono en que la ha tenido Washington. Además, los precios que pagan los chinos son relativamente más altos que aquellos que los europeos pagarían. Simplemente no es un buen negocio para los árabes. Segundo punto para Rusia.
Por supuesto, si los europeos estuvieran dispuestos a pagar significativamente un precio muy superior por redirigir el abastecimiento hacia su región, el costo no tardaría en reflejarse en los bolsillos de sus consumidores y en despertar el enojo contra sus autoridades, exponiéndolas a constantes protestas y desprestigios electorales. Nuevamente Rusia gana.
Ahora bien, Irán quedaría como una posibilidad muy buena para suplir al mercado europeo, sólo que el problema es que Teherán está bajo sanciones internacionales por su negativa a restablecer el acuerdo nuclear. Además, hace apenas un año, se firmó un tratado sino-iraní por el cual se establecerán inversiones chinas por 400 mil millones de dólares en los sectores de energía e infraestructura. A cambio, Teherán garantizó a Beijing un suministro estable de gas y crudo a precios competitivos. Anotación indirecta para Rusia.
¿Y qué hay de Qatar? Pues que sólo queda como una esperanza en los anhelos de Europa ya que comparte con Irán los mantos gasíferos más grandes del mundo, lo cual es una desventaja, pues el gobierno de Doha requiere de la tecnología iraní para explotar conjuntamente este recurso. La cuestión es que, aunque el emirato está libre de sanciones, no podría vender sus recursos debido a la cooperación que mantiene con el estado islámico. Aquí tenemos otro ventaja para el gran oso.
Sólo quedarían dos opciones más en el panorama. Uno, abastecerse de países del Mediterráneo Oriental pero, aun así, hace falta intensificar la exploración de nuevos yacimientos, lo cual tardaría varios años más. Dos, que Arabia Saudita y los estados del Golfo aumenten la producción para no afectar a China y conceder un beneficio a Europa, lo cual sinceramente resulta poco probable, pues si estos países logran hacerlo, por supuesto que China compraría ese excedente.
Sólo para que lo sepan. Aquí es donde el tiro le sale por la culata al bloque europeo, pues tendrá que voltear a ver nuevamente hacia los suministros rusos, sí, esos mismos que están sancionados por Estados Unidos y la ONU. Sólo así se puede explicar el porqué las eurocorporaciones realizan pagos directos al banco de Gazprom, mismos que los cambia en rublos para cumplir la exigencia del presidente Vladimir Putin, el judoka del Kremlin.
Si recordamos la guerra de las Malvinas, la cual por cierto, cumplió este 2 de abril cuarenta años, podríamos acordarnos de la traición que hizo Francia al negarse a vender cohetes mar-aire exocet a Argentina por petición expresa de Gran Bretaña. La moraleja sería que, cuando se trata de potencias, todo queda entre ellas, es decir, se cuidan las espaldas. Algo muy parecido ocurre entre Europa y Rusia, aunque estén en bandos distintos del tablero en Ucrania.