Marruecos es pieza clave en la política de vecindad de la Unión Europea

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En menos de quince días, Marruecos se apuntó dos grandes éxitos diplomáticos con la Unión Europea: el primero con la visita del jefe de política exterior de la UE, Josep Borrell, y el segundo con la reciente presencia del comisario europeo de Ampliación y Política Europea de Vecindad, Oliver Varhelyi, quien se reunión con Nasser Bourita, ministro de Asuntos Exteriores de la nación norteafricana.

En el caso de Varhelyi el objetivo fue consolidar el lugar de Rabat como socio estratégico del bloque europeo, un país con 37 millones de personas que mantiene una línea de desarrollo privilegiado en la agenda política de los funcionarios europeos.

Europa considera a Marruecos como uno de los mejores interlocutores en el Mediterráneo occidental; con el que se puede confiar en promover la autoproclamada «Política de vecindad» de Bruselas, el marco de asuntos exteriores destinado a acercar política y económicamente a la UE y sus vecinos del este y del sur. El pas de deux diplomático entre los altos funcionarios de Rabat y los burócratas de Bruselas ha establecido objetivos elevados para las dos partes, que se han producido inmediatamente después de un número inusual de visitas de alto nivel, incluida la de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para Rabat.

Las visitas han ayudado a fortalecer la relación entre la UE y el Reino de Marruecos, al mismo tiempo que ayudaron a marcar el comienzo de una profundización sin precedentes de la cooperación bilateral de las dos partes.

Además de profundizar las relaciones bilaterales, ambas visitas contribuyeron a fortalecer los vínculos del bloque con los países del sur del Mediterráneo, incluido Marruecos. Eventos como la Cumbre UE-África, han adquirido una importancia estratégica mucho mayor como resultado de las numerosas inestabilidades que han surgido en el Magreb -las zonas francófonas del norte de África- desde que las revoluciones de la Primavera Árabe sacudieron la región hace más de hace diez años.

Cabe destacar que la política marroquí ha logrado importantes avances en desarrollo social no sólo en la región magrebí, sino en el continente africano. Marruecos se ha posicionado como el principal país en el norte de Africa y el segundo a nivel continental, después de Sudáfrica; creando una estabilidad que no pasa desapercibido para muchos de los políticos europeos.

Las políticas energéticas, migratorias, de seguridad, antiterroristas, climáticas y educativas de Rabat son cuestiones que forman la base de sus relaciones con Europa. Eliminando los combustibles fósiles de la ecuación, el comercio de la UE con Marruecos ya asciende a aproximadamente 44 000 millones de euros.

Tan sólo hay que mencionar la ‘asociación verde’ entre Rabat y Bruselas que es la primera de este tipo que se firma con un país que no es miembro de la UE. Las estrategias de adaptación climática de Marruecos y la transición de energía verde, que incluye su desarrollo de hidrógeno, han provocado una oleada de actividad de los inversores procedentes de Europa, todos los cuales se esfuerzan por aprovechar al máximo las nuevas oportunidades económicas en el país.

Con esto, el gobierno marroquí ha dado un importante paso para beneficiarse plenamente de la revolución de la energía verde, bajando costos de producción, en una acción que Frans Timmermans, el zar del Green Deal de la Comisión Europea, ha descrito la asociación Marruecos-UE “como el puntapié inicial de un desarrollo que unirá a toda Europa y toda África”.

Desde su regreso a la Unión Africana en 2017, Marruecos es geográfica, política y económicamente un nexo imprescindible entre el norte y el sur del Mediterráneo. Las palabras de Timmermans revelan una simple máxima de asuntos exteriores que Bruselas debe seguir: Marruecos debe ser considerado, particularmente en lo que respecta a su flanco sur, como una nación indispensable en la Política de Vecindad de la UE.

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