Los cambios de Whatsapp; ¿el error del 2021?

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Cuando las cosas parecían ir muy bien con la mensajería colectiva Whattapps, en menos de veinticuatro horas se quedó sin millones de sus usuarios. En una entrevista que tuve en 2019 con el ahora ex embajador de Ucrania en México, Ruslan Spírin, me comentaba con orgullo que esta plataforma fue desarrollada en su país.

Jan Coum, judío de origen ucraniano, la creó en febrero del 2009, y se popularizó en poco tiempo, despertando el interés de Facebook. Mark Zuckerman lo contactó a partir del 2014 y dos años más tarde logró que Jan le vendiera las acciones de WhatApp Inc. con sede en California en 19 mil millones de dólares.

Esto significa que Facebook ha sido poseedor de Whatsapp desde el 2016 y parece que muy poca gente lo sabía. A partir del 2020, comenzó a hacer operaciones para vincularlos con la finalidad de unificar servicios como el comercio y la publicidad en redes sociales; en realidad ambas se dedican a lo mismo desde sus orígenes.

Todos sabemos que donde está la gente hay posibilidades de vender, comprar, presentar, exhibir, patrocinar y muchas otras cosas que definen el mercadeo telefónico, así como el marketing y la publicidad digital. ¡Los negocios se hacen con personas! Como usuarios nos concretamos sólo a usar los servicios que estas plataformas ofrecen bajo lo que ellos llaman sus condiciones y terminos, cuestiones que nunca consultamos cuando aceptamos los servicios.

Desde que se aceptan esos términos, la plataforma tiene el derecho de hacer cambios o actualizaciones a la manera en que está prestando el servicio. De sobra debemos comprender que estos no son gratis, pues nuestra información es la mina de oro que más le interesa y ese sería como el «pago» que se le da por permitirnos usar la aplicación «sin costo».

A principios de enero, Whatsapp anunció que haría cambios en su plataforma contemplados al 8 de febrero del 2021. Como si fuera una especie de invasión a la privacidad, millones de personas se cambiaron con sus competidoras Telegram, de origen ruso y Signal (por su estilo de código abierto, no se sabe de dónde es).

En los últimos tres días, sus descargas bajaron considerablemente, al grado que Telegram agradeció por preferirla y haber llegado a los 50 millones de usuarios. Ni Whatsapp ni Facebook comprendían porqué de repente todas estas personas comenzaron a restringir el uso y a cambiarse de sistema de mensajería.

Lo más obvio era que la comunidad Whats no había comprendido la estrategia comercial que haría al unificar los servicios con la red social azul, especialmente cuándo se hizo mención de que los datos de los usuarios podrían ser utilizados a su propia conveniencia, algo que de todas a formas ya vienen haciendo desde un inicio.

Telegram es considerada como una plataforma más discreta, donde incluso es más difícil rastrear los metadatos, que son las pistas con los que la gente se conecta en los chats,  conversaciones o llamadas telefónicas. En el caso de Signal es todavía más cerrada pues se le conoce por ser de código abierto y por ello más seguro y privado. Se dice que Edward Snowden la usó para divulgar los documentos estratégicos del gobierno de Estados Unidos.

Antes de que la desbandada se hiciera más grande, Whattsapp decidió posponer el cambio al 15 de mayo próximo. La aplicación sólo hizo esto para que los usuarios puedan volver a tomar la confianza que durante años le tuvieron. De hecho dijo que la reacción fue sólo un impulso de «desinformación», pero que esperaba que «los usuarios revisen y acepten los términos».

Sólo para que lo sepan: la situación creada sólo sirvió para hacer más popular a la dupla Whatsapp-Facebook, pues no dejaron de ser usadas, por el contrario se hicieron más fuertes ante una migración que no le perjudicó por la tendencia rutinaria que la comunidad digital tiene de estas dos plataformas. Su apuesta está en la costumbre.

El uso que se hace Telegram no ha sido tan frecuente como el de las firmas estadounidenses. La vigilancia policial de los gobiernos a sus naciones en el mundo es algo tan viejo como el Arte de la Guerra de Sun Tzu. A través de estas plataformas se comparten no sólo datos, sino documentos, tarjetas bancarias, tickets de compra, boletos de avión, credenciales, fotografías, videos, etcétera (la misma gente lo hace a sabiendas de que no deberían). En el menor de los casos, todo este tráfico le permite a Whatsapp-Facebook deducir las tendencias, gustos y rutinas de las personas para seducirlas o vincularlas con publicidad y marketing cada vez más personalizado.

En México, se habla que el gobierno de Peña Nieto contrató los servicios la empresa NSO Group para instalar dispositivos Pegaso con los que vigila a periodistas, activistas de derechos humanos y dirigentes sociales. Pero con esa tendencia de que cualquiera que esté en redes sociales puede ser periodista, reportero o denunciantes digital, nadie dudaría que la vigilancia se haya extendido a otros muchos sectores. Por cierto que el sistema sigue vigente todavía.

 

 

 

 

 

 

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