Pide el Camarada Líder Kim Jong Un, mantener alerta profiláctica frente a la pandemia

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Pyongyang, Ago. 12, (ACNC).- El estimado compañero Kim Jong Un pronunció el 10 de agosto del 111 de la era Juche (2022) en el balance nacional de la labor antiepidémica de emergencia un discurso intitulado «Garanticemos más fidedignamente la seguridad del Estado y el pueblo afianzando la victoria en la guerra con la epidemia».

El texto completo del discurso sigue:

Trabajadores del sector antiepidémico y sanitario de todo el país, Delegados del Partido y oficiales de unidades militares enviados a las fronteras, el frente y las costas marítimas, Miembros de mando de la comandancia, divisiones, regimientos y batallones de profilaxis de emergencia estatal, Voluntarios que han contribuido a la labor antiepidémica.

Queridos compañeros:

La tan ardua guerra con la epidemia acaba de concluir y hoy declaramos finalmente la victoria en ella. Han transcurrido más de cien días desde que la epidemia penetró en el territorio de la República y 91 días desde que frente a la rápida propagación de la pandemia en el país entero pasamos la labor profiláctica del país al sistema de máxima emergencia.

En ese período, todo el Partido, Estado y pueblo han logrado resonantes éxitos en un afán de superar la dura crisis con inconmovible voluntad y heroicos esfuerzos y estabilizar y recuperar el estado antiepidémico. Partiendo de la evaluación de la actual situación antiepidémica y los minuciosos datos de análisis presentados por el sector de la investigación científica, nuestro Partido y Gobierno han llegado a la conclusión de que la crisis de la pandemia que amenazaba al país se ha suprimido por completo.

De acuerdo con el análisis de la situación desde la puesta en marcha del sistema antiepidémico de máxima emergencia hasta la fecha, el número diario de febricitantes que alcanzaba cientos de miles a principios de la propagación de la pandemia disminuyó a un mes a menos de 90 mil y, tras mantener esa tendencia de forma prolongada, desde el pasado 29 de julio no se reporta ningún febricitante sospechoso.

En este período se ha registrado un total de 74 muertos, índice muy bajo que puede ser un milagro inaudito en la historia sanitaria mundial. Durante doce días consecutivos hasta la fecha de ayer no hubo un solo caso de contagiado en todo el país y han pasado siete días desde que se reportó el último en restablecerse de la enfermedad.

Así se ha alcanzado nuestra meta de la lucha antiepidémica de emergencia para hacer cuanto antes del nuestro un territorio limpio libre del virus maligno. Se han preparado las condiciones apropiadas para prevenir en su origen la repetición de la epidemia en el país, lo cual constituye una prueba fehaciente del posible fin de la crisis epidémica.

Ante todo, todos los últimos contagiados se han recuperado y presentan negativos en el análisis de líquidos o tejidos corporales, con lo cual se ha eliminado totalmente en el país la fuente de transmisión de la Covid-19, se ha implantado estrictamente el ambiente de la observancia de normas antiepidémicas en toda la sociedad y al intensificarse la labor higiénica se
han obstruido las diferentes vías de transmisión.

Otra prueba convincente es haber imposibilitado la infiltración de todas las variantes desde el exterior al comprobar científica y definitivamente la vía por la que entró en el país la variante BA.2 y de conformidad con ello reforzar su interceptación, bloqueo y vigilancia y redoblar el orden de la recogida, la incineración, el enterramiento y otros tratamientos de las basuras inmediatamente después su hallazgo y garantizar la seguridad antiepidémica de las mercancías importadas.

En ese período se evidenció que todos los casos confirmados habían sido
contagiados por BA.2 y que ninguna otra subvariante se originó ni entró
en el territorio.

Todos los hechos constatan con suficiencia el fin de la crisis epidémica en
el país. En este momento en que certificamos con satisfacción la estabilidad y la
paz que nuestro Estado y pueblo han recuperado finalmente tras vencer la crisis sanitaria sin precedentes, declaro en nombre del Comité Central del Partido y el Gobierno de la República que hemos conquistado la victoria en la campaña antiepidémica de máxima emergencia destinada a erradicar la Covid-19 que se introdujo en nuestro territorio y preservar la vida y la salud del pueblo.

El haber preservado fidedignamente el bienestar del Estado y el pueblo del peor peligro del sector público mundial que llevó al mundo a una catástrofe y haber superado en un período tan corto el reto más importante y amenazador deviene otra victoria contundente y un acontecimiento histórico que volvió a demostrar al mundo la gran fuerza de nuestro Partido, Estado y pueblo.

En relación con ello, nuestro Partido y Gobierno disponen rebajar a partir de hoy el nivel antiepidémico del sistema de máxima emergencia puesto en funcionamiento el pasado 12 de mayo al sistema normal de tensión y reforzamiento.

Aprovecho la oportunidad para felicitar calurosamente a todo el pueblo y ejército que con su indoblegable fe, gran perseverancia y verdadera unidad han sabido salvaguardar estabilidad y tranquilidad de todos y la salud y la sonrisa de nuestros niños de entre la seguridad y el peligro, la existencia y la ruina, y concluir con el triunfo esta guerra con la pandemia.

Compañeros:

No sé por qué, pero en este momento de infinita alegría y orgullo evoco una vez más la inenarrable presión y responsabilidad que me pesaban tanto mientras llegaba hasta aquí.

Los 91 días no son un período largo en nuestra trayectoria de lucha, pero cada uno de ellos fue la sucesión de la tensión sofocante que equivalía a uno o diez años y literalmente una guerra cruenta.

Para ser sincero, yo estaba confuso ante la realidad de la penetración del virus en el país que mantenía la tranquilidad por más de dos años resistiendo con tenacidad detrás de la barrera antiepidémica de emergencia de clase supraespecial desde los inicios de la pandemia.

Tenía a un pueblo que debía defender a costa de la vida y a todo trance. Ese pueblo que me apoya en los momentos alegres y tristes, me tiende la mano en las dificultades, me empuja y levanta a cada momento, era para mí como gotas de sangre y pedazos de carne que no podía ni debía perder jamás.

La inminente crisis que agrandaba con el repentino crecimiento de los contagiados a cientos de miles cada día se cernía peligrosamente sobre el Estado apremiándolo a prever incluso la peor eventualidad del fin de la existencia del país y le obligaba redoblar al máximo la vigilancia y volcar esfuerzos de vida o muerte.

Qué hacer para vencer la guerra con el despótico virus que atenta directamente contra la seguridad del Estado y la vida de decenas de millones de coreanos con una frágil base antiepidémica y sanitaria y nula experiencia al respecto, para trabajar a contra reloj en un intento de agilizar a las instituciones estatales carentes de la mínima capacidad de reacción y ponerlas a cumplir con acierto sus funciones y papel, y para revertir la dura crisis que como consecuencia afectaba el conjunto de los quehaceres estatales y la vida de la población. Estas tareas de gran significación histórica eran como piedras de toque que volverían a confirmar con rigurosidad la capacidad de mando del Partido.

Con todo, ante esa adversidad desconocida el Partido guardó en lo hondo del corazón la infinita confianza del pueblo, se mantuvo fiel a su posición original como su servidor, consolidó la capacidad antiepidémica del Estado mostrando atinadamente su típica aptitud de dirección política, resuelta y poderosa, y condujo al triunfo la lucha contra el virus.

Compañeros:

La sólida confianza entre el Partido y el pueblo ha obrado un gran prodigio. Hoy declaramos la victoria en la guerra con la epidemia y esta realidad innegable patentiza que nuestra política y orientación de lucha han sido correctas.

O sea, nuestra invaluable victoria es la de la política del Partido, la de la estrategia del Estado para responder a la contingencia, la de la firmeza y unidad monolítica que caracterizan a nuestro pueblo y la de la superioridad de nuestro sistema socialista.

Esto lo ratifico con orgullo y dignidad.

Es un principio de acción invariable del Partido colocar por encima de todo al pueblo y adoptar y aplicar medidas políticas en su posición y en defensa de sus intereses.

Apenas se introdujo la pandemia en nuestro territorio, nuestro Partido y Gobierno pusieron en marcha el sistema antiepidémico de máxima emergencia, tomando a la vez las medidas más pertinentes que fueran oportunas y que permitieran superar la crisis, entre otras el manejo de la situación del surgimiento de la epidemia, la desaparición de los agentes de su transmisión y la estabilización de la vida del pueblo.

Por muy acertada que fuera una política, no podemos esperar de ella un resultado satisfactorio si no contamos con la elevada organización, la concordancia voluntaria de acciones y el empeño concienzudo de todo el pueblo, factores que garantizan la debida ejecución de esa política.

Cuando me pongo a pensar en la victoria en la guerra antiepidémica que no era nada fácil de conquistar, primero me vienen a la mente los esfuerzos de nuestro pueblo que ha apoyado incondicionalmente y se ha simpatizado con la política del Partido y el Gobierno y los ha sostenido con su unidad monolítica.

En aquel percance que supuso una pérdida colosal y en que el virus maligno se infiltró por la ranura de una de las murallas levantadas una tras otra en las cuatro direcciones y se iba extendiendo en el territorio, el imperativo más acucioso era contener y controlar con estabilidad la difusión epidémica y restablecer con prontitud a los contagiados, suprimiendo cuanto antes el origen de la transmisión de enfermedad.

De ahí que nos vimos en la necesidad de aplicar con rigor el bloqueo zonal y el aislamiento de unidades en todo el país, impulsando al mismo tiempo el riguroso chequeo médico colectivo con miras a detectar, poner en cuarentena y someter al tratamiento a todos los febricitantes. Esto implicaba multiplicar las dificultades en las faenas públicas y en la vida de cada familia y ciudadano debido a la prohibición de viajes y otros traslados no en una parte o en algunas regiones del país sino en todo el territorio nacional y a la arritmia del trabajo y otras actividades regulares.

Sin embargo, nuestro pueblo dio un buen ejemplo: aceptó todas las normativas e indicaciones referentes a la labor antiepidémica como propósito del Partido, las consideró como un deber en favor de su patria, de su familia y de sí mismo, las observó de forma voluntaria y concienzuda y las cumplió incondicionalmente.

Con mucho placer relegaron al segundo plano los asuntos individuales y hogareños y exhibieron con nitidez su característica firmeza, sin un amago de vacilación, debilidad, pesimismo y miedo y llenos de fe y optimismo en la victoria. A fin de salvarlo con la mayor celeridad de las garras del mal, el Partido
y el Gobierno realizaron como prioridad más urgente la tarea de liberar la
reserva de medicamentos del Estado y suministrarlos al país entero hasta que estuvieron al alcance de todos los febricitantes, así como establecer y aplicar tácticas y métodos científicos de tratamiento.

Como resultado, a los cinco días de la puesta en funcionamiento del sistema antiepidémico de máxima emergencia ya pudimos volver a la situación de estabilidad capaz de refrenar y administrar la expansión de la epidemia a escala nacional y cantar con certeza la victoria en la guerra.

Por otra parte, trabajamos en la coordinación activa y racional de la política y las directrices en la misma medida en que cambiaba la situación antiepidémica, en un empeño de aminorar la incomodidad y los sufrimientos de las personas y mitigar sus consecuencias negativas sobre las actividades económicas.

Con una mirada retrospectiva podemos afirmar que haber simultaneado el bloqueo y la eliminación de la epidemia, potenciado la medida del aseguramiento y suministro de medicamentos a nivel nacional, combinado la rigurosidad y la cientificidad de la labor antiepidémica y activar la medida de aseguramiento de la vida de la población tuvieron una gran connotación en minimizar los daños ocasionados por el virus y anticipar la gran victoria en la guerra contra él.

Pero aún más importante es el hecho de que el sentido de organización y la concordancia voluntaria, cualidades propias de nuestro pueblo, hayan hecho posible la ejecución cabal y el resultado perfecto de la atinada política y guía del Partido y el Gobierno.

No existe otro pueblo tan magnífico en la fe en el Partido y el Gobierno,
la comprensión de la precaria situación del país, la sinceridad del deber ciudadano y la paciencia para vencer las pruebas.

Es un admirable milagro digno de ser registrado con letras mayúsculas en la historia sanitaria mundial que en un país donde no se ha hecho la vacunación ni una sola vez hayan sobrellevado en un plazo tan corto la expansión del mal que se ensañaba con fiereza, restablecido la seguridad antiepidémica y vuelto a convertir el país en una región limpia libre del virus.

Ciertamente, esto deviene una gran victoria de la política popular y científica a nuestro estilo y de todo un pueblo unido que se ha alzado al unísono para ponerla en práctica. Esa victoria no se puede concebir tampoco sin la superioridad y el poderío que caracterizan a nuestro sistema socialista.

Aunque en nuestro país ocurra una crisis, contamos con una fuerza inagotable capaz de contrarrestarle categóricamente con la movilización inmediata de todo el país y el pueblo, porque este último, dueño del Estado y la sociedad, está unido con una misma ideología y voluntad. Todos los sectores y unidades del país sostienen de forma incondicional las resoluciones e instrucciones del Estado y logran la concordancia de acción en un orden admirable, lo cual es la más importante superioridad política y estructural propia de nuestra sociedad.

A esto se unen el espíritu colectivista de uno para todos y todos para uno y la virtud de compartir los sufrimientos y ayudar en las dificultades que predomina en toda la sociedad, por lo cual nuestro régimen demuestra una fuerza irresistible que otros no pueden tener.

Merced a ese fondo estructural, tan pronto como se impartió la resolución del Partido y el Gobierno de pasar al sistema antiepidémico de máxima emergencia se ejecutó exhaustivamente la medida de bloquear todo el país en las unidades conformadas por ciudades y distritos y aislar a nivel de las unidades de trabajo, producción y vida, se implantó una disciplina, orden y temple aún más recias y se pudo tomar la iniciativa estratégica en el bregar consiguiente.

Las organizaciones del Partido y los órganos del Poder fueron movilizados para proveer de medicamentos y atender a los febricitantes en los puestos militares y hogares que se hallan en los confines más distantes. Además, durante el bloqueo se crearon equipos móviles de servicio consagrados a brindarles a los habitantes la mayor comodidad posible. Estas son medidas que no se pueden imaginar en otros regímenes sociales.

En esta ocasión se han puesto de pleno manifiesto el carácter popular y la vitalidad de nuestro sistema de salud pública. Si bien es endeble su base material y técnica, funcionó con eficacia nuestro sistema de servicio sanitario que teníamos ya establecido, lo cual hizo posible cumplir exitosamente la colosal tarea contra la epidemia y de tratamiento.

Sobre la base de los más sistemas más avanzados y populares como el zonal de médicos, el de primeros auxilios y de telemedicina, a diario se averiguó el número de febricitantes y se efectuó el examen médico y se realizaron correctamente la cuarentena y el tratamiento, lo cual tuvo un gran efecto en estabilizar la situación antiepidémica y erradicar el origen del contagio a escala nacional. Son los funcionarios del sector antiepidémico y sanitario quienes han
trabajado y contribuido más al triunfo en esta guerra. Podemos afirmar que fueron mayores la carga y las penas de esos compañeros quienes están en la primera línea de la peligrosa lucha contra la pandemia, aunque esto sea la misión que asumen como profesionales.

Nuestros soldados del sector se sacrificaron sin vacilación en esa lucha para preservar la vida del pueblo, tarea encargada a ellos por el Partido y el Estado. Nadie dio un paso atrás ni se amilanó y todos fueron consecuentes en el cumplimiento del deber. El fervoroso amor al hombre, la infinita abnegación al paciente, el alto sentido de responsabilidad y la honradez respecto a la tarea
revolucionaria fueron la fuerza espiritual de la que se valieron para resistir y entregarse de lleno a la batalla con el mal diabólico.

En la campaña de máxima emergencia fueron movilizados cada día más de 71 mil 200 trabajadores de la salud pública y un millón 148 mil activistas de higiene en los menesteres de chequear a pobladores y otras personas de todo el país y detectar y restablecer a los febricitantes y participaron miles de voluntarios que antes habían laborado en el sector de la salud. Todos ellos mostraron su noble espíritu e hicieron ingentes esfuerzos.

En especial, los combatientes del sector médico del Ejército Popular que han sido enviados a la capital por orden especial de la Comisión Militar Central del Partido realizaron hazañas excepcionales en el frente para la defensa del pueblo. No escatimaron esfuerzos con la fervorosa fidelidad de responder de forma incondicional a la confianza y la expectativa del Partido y con el infinito amor al pueblo. Gracias a ello se estabilizó el suministro de medicamentos en la capital, cambió favorablemente la situación epidémica y, sobre todo, se mantuvieron intactas la fe absoluta del pueblo en el Partido y la valiosa tradición de la unidad del ejército y el pueblo.

Me complace sobremanera que los combatientes de dicho sector hayan cumplido de modo impecable la orden del Comité Central del Partido trabajando día y noche y que los capitalinos los consideran como bienhechores y miembros de la misma familia.

En la reciente crisis nuestro país registró una mortalidad extraordinariamente baja comparada con el número de contagiados, puesto que nuestros funcionarios antiepidémicos y sanitarios materializaron a toda costa las políticas del Partido y el Gobierno con sus esfuerzos abnegados que sobrepasaban el límite.

A lo largo y ancho del país dedicaron todo su ser a sus quehaceres, presentes en sus puestos las 24 horas del día, aunque esto entrañaba una carga decenas de veces más pesada que en los días ordinarios. Muchos de estos soldados fieles al Partido y el pueblo son doctores y enfermeras que pusieron toda su constancia en la asistencia de familias y pacientes encargados, antes que atender a sus hijos y cónyuges, y médicos que infundieron fuerza y ánimo a los enfermos consiguiéndoles los medicamentos que faltaban y entregándoles artículos de primera necesidad.

Más conmovedores son los gestos de quienes, anteponiendo su deber de protector de la vida humana a sus propias enfermedades, agotaron sus últimas energías para la victoria en la guerra con la epidemia y la recuperación de pacientes.

Ellos son auténticos trabajadores sanitarios y patriotas de nuestra época, idénticos a los médicos y enfermeras del frente durante la Guerra de Liberación de la Patria y a los soldados rojos de la salud pública de la época de Chollima.

Nuestro Partido y Gobierno tienen siempre bien presentes la abnegación y los méritos de los combatientes que tanto en el período de la profiláctica de máxima emergencia como en todos los días que le siguieron al inicio de la guerra han defendido con total firmeza sus puestos en el frente, las fronteras y las costas marítimas.

Delegados y miembros de grupos de dirección del Partido enviados a la primera línea del frente profiláctico por la orden especial del Partido y el Gobierno, innumerables militares, funcionarios de la seguridad pública y del Estado y combatientes de la Guardia Roja Obrero-Campesina movilizados en la guardia para el bloqueo e interceptación, e integrantes de todos los puestos profilácticos, defendieron de forma hermética el cerco de profiláctica con alta responsabilidad y sentido del deber de que velan por el bienestar del Estado y el pueblo, soportando todo tipo de dificultades bajo el calor asfixiante y lluvias torrenciales, haciendo así un gran aporte a establecer el ambiente de la observancia de normas profilácticas en toda la sociedad.

El espíritu de sacrificio manifestado por los trabajadores sanitarios y combatientes de la delantera profiláctica en el pasado periodo antiepidémico de máxima emergencia, se registrará con todo derecho en la historia de lucha de nuestro Partido y en los anales de la patria.

En el mencionado período la superioridad y la vitalidad del régimen socialista a nuestro estilo tuvieron su expresión más elocuente en las nobles virtudes y rasgos comunistas expuestos por el pueblo con mayor intensidad.

En los momentos críticos en que todo el país encaraba la amenaza de la pandemia, la mayor preocupación del Partido y el Gobierno eran la salud de decenas de millones de habitantes y también las incomodidades y sufrimientos que deberían experimentar inevitablemente por las intransigentes medidas de bloqueo e interceptación.

Por esta razón el Comité Central del Partido vio en la virtud reinante en la sociedad de ayudarse mutuamente en los tiempos difíciles la llave de la victoria en la guerra con la epidemia, por ser ella más poderosa que cualquier de los últimos adelantos de la ciencia médica, y exhortó a toda su militancia y el pueblo a manifestar más los bellos rasgos comunistas, nuestra arma más potente.

Son frecuentes los bellos gestos protagonizados por nuestro pueblo que cultiva el colectivismo y el humanitarismo aspirándolos como aire en el regazo del Partido y el régimen socialista, pero los sucesos emocionantes en la guerra con la epidemia nos hacen percibir en carne propia el calor y el valor de nuestra sociedad. Es una lástima que no pueda enumerar todas aquellas anécdotas
conmovedoras y a todas aquellas personas nobles.

Me limitaré a citar algunos ejemplos: obreros y funcionarios de una fábrica trabajaron día y noche para enviar fármacos y alimentos a los enfermos; unos destinaron toda su hacienda doméstica para comprar artículos y enviarlos a quienes se alojan en albergues y a los huérfanos en casas cuna y jardines infantiles; y otros entregaron cereales, otros alimentos y artículos indispensables a familias y vecinos necesitados.

Hombres tan generosos los hay en todos los rincones del país como en la capital, otras localidades, fábricas, aldeas rurales y pesqueras. Y los encontramos en todos los estratos de la sociedad, comenzando por los respetados veteranos de guerra, pasando por los trabajadores ordinarios, las jefas de unidades de vecinos, las amas de casa y hasta los miembros de la Organización de Niños.
Esas personas virtuosas piensan en los compañeros, los vecinos y el colectivo antes que en ellas mismas y se consagran a ellos con toda sinceridad aunque ellas mismas pasan el hambre. Su mundo espiritual ilustra vívidamente nuestra sociedad de armonía y lazos humanos, cuyo valor real no se puede calcular con el dinero u otras riquezas.

He cobrado una fuerza incomparable viendo a este pueblo, el mejor del mundo que profesa la misma idea y comparte los mismos sentimientos con el Comité Central del Partido y se dedica al bienestar del prójimo tomándolo como motivo de alegría y orgullo. También he reafirmado la convicción de que con él puedo superar cualquier adversidad y prueba y alcanzar infaliblemente la victoria.
Todo el país forma un cuerpo monolítico en torno al Partido y el Gobierno
y se mueve al unísono, mientras la virtud y el afecto que se nutren del colectivismo constituyen un ambiente nacional. Tal es la superioridad singular del socialismo a nuestro estilo y su poderío. Precisamente con él hemos podido superar sin dificultad la crisis epidémica sin precedentes y salir airosos de la guerra con la epidemia.

Representando al Comité Central del Partido y el Gobierno de la República, aprecio altamente a los trabajadores de los sectores profiláctico y sanitario de todo el país que han dedicado toda su fuerza, inteligencia y devoción para adelantar la victoria en la contienda de profiláctica de máxima emergencia destinada a salvaguardar el bienestar del Estado y el pueblo de la crisis sanitaria de enormes proporciones. Y agradezco cordialmente a todos los militares,
funcionarios y trabajadores que no han escatimado esfuerzos en defensa de la fortaleza profiláctica y a los voluntarios que han brindado la ayuda espiritual y material a la labor profiláctica.

Compañeros:

Hemos salido vencedores no solo en el frente de la profilaxis de emergencia sino también en la economía y las labores estatales en su conjunto. La crisis epidémica que se sumó a la situación profiláctica de varios años fue un gran obstáculo en la vida estatal y social y en la construcción económica, así como una calamidad que podría desembocar en un verdadero caos, pero lo superamos todo con tenacidad y, manteniendo la normalidad, logramos el ritmo de desarrollo que habíamos previsto.

Esta misma es una gran victoria.

Al proclamar la transición de la labor profiláctica estatal al sistema profiláctico de máxima emergencia, nuestro Partido confió en la indomable fuerza espiritual y capacidad creadora del pueblo y decidió librar la guerra contra la pandemia e impulsar sin interrupción los planes de este año, tarea que se ha materializado a cabalidad.

En la producción agrícola, tarea económica más apremiante de este año, realizamos satisfactoriamente y a su debido tiempo las faenas de cultivo más importantes. La guerra profiláctica de máxima emergencia comenzó en primavera, estación clave para el cultivo del año, obstruyendo directamente la
producción de los agricultores, con lo cual se creó una situación que hizo imposible la programada ayuda laboral del Estado durante la temporada más atareada que es la del trasplante de retoños de arroz.

A pesar de todo, nuestros agricultores, entusiasmados y decididos a cumplir a toda costa con su responsabilidad y obligación en el primer año de la materialización del nuevo programa de la revolución rural, exhibieron un espíritu inquebrantable, inimaginable en los tiempos anteriores, y lograron el sorprendente éxito de vencer la fiebre y al mismo tiempo cumplir con anticipación y por cuenta propia la enorme tarea del trasplante de retoños de arroz. El hecho estimuló en gran medida a otros trabajadores del país y la
nueva alegró a todos los que libraban una encarnizada guerra contra la
epidemia.

Todos los movilizados en la construcción de objetos importantes como las viviendas capitalinas y la granja invernadero de Ryonpho impulsaron de continuo los planes aun en las condiciones difíciles ocasionadas por las cada vez más rigurosas exigencias profilácticas y los tropiezos en el  transporte de materiales, garantizando el término de las obras en el plazo fijado.

En los sectores de la industria básica como el metalúrgico, químico, eléctrico, carbonífero y de maquinaria, el transporte ferroviario y la industria ligera hubo dificultades dos veces mayores en el aseguramiento de la mano de obra y el suministro de materiales, pero cumplieron en lo fundamental los planes de cada día, diez días y mes, de manera que dieron grandes pasos hacia la meta anual eludiendo el estancamiento del conjunto de la economía.

Otro precioso éxito es haber agilizado los quehaceres del Estado en su conjunto aun en medio de la crisis de emergencia. Los órganos partidistas, administrativos y económicos y los sectores judiciales, fiscales, de seguridad pública y del Estado y de defensa nacional establecieron sin demora el sistema de trabajo en tiempos de emergencia acorde a la puesta en función del sistema profiláctico de máxima emergencia, hallaron imperfecciones, deficiencias y desviaciones y tomaron medidas pertinentes, acumulando así experiencias prácticas que los ayudarían a trabajar con flexibilidad y eficiencia.

Particularmente, me parece muy provechoso que a través de la obediencia incondicional a los órdenes del Partido y el Gobierno y el cumplimiento cabal de la política a favor del pueblo, los funcionarios de las organizaciones del Partido, los órganos del poder y otros sectores y unidades hayan aprendido con su propia acción cómo aplicar la primacía de las masas populares y en qué consiste el servicio incondicional al pueblo.

En la repentina crisis sanitaria que acabamos de pasar descubrimos defectos y aprendimos lecciones en nuestro trabajo, pero estos serán nuestros recursos valiosos para enfrentar exitosamente otras eventualidades del futuro. En resumidas cuentas, son dos las lecciones que hemos aprendido. Una es la necesidad de seguir manteniendo la máxima tensión, sin permitir la mínima negligencia y distracción, a medida que se prolonga la labor profiláctica. Y otra capacitarnos con escrupulosidad para contrarrestar a la contingencia estatal y contra la epidemia.

Francamente dicho, según las reglas y orientaciones profilácticas que mantuvimos desde antes, era del todo posible neutralizar y suprimir en la zona correspondiente la aparición de febricitantes en el frente del distrito de Kumgang, punto de partida de la crisis epidémica.

No obstante, aconteció el grave suceso de que la pandemia maligna iniciada por dos personas se introdujera en la capital y se propagara a todo el país aprovechando la negligencia y distracción en el sector profiláctico. El solo hecho de que se relajaran con la vanagloria y el consuelo de que no habría ninguna grieta por la que pudiera introducirse el virus maligno ya que se habían movilizado decenas de miles de personas para tender una red hermética de bloqueo en el frente, las fronteras y las costas marítimas en un intento de crear una coyuntura profiláctica de todo el pueblo, pudo haber sido el autor del grave reto y crisis.

La vanagloria, el relajo y la «improbabilidad» fueron los agentes
importantes que nublaron la vista impidiendo apreciar correctamente la
infiltración inicial de la pandemia. Si se hubieran atenido más a la «posibilidad» que a la «improbabilidad», observado las anormalidades, por muy insignificantes que fueran, en relación directa con el destino del Estado, y desarrollado con seguridad el trabajo reaccionando de inmediato y manteniendo la tranquilidad y
responsabilidad ante contingencias imprevistas, con toda certeza habrían podido evitar la propagación de la pandemia a escala nacional.

Lo que sentimos con apremio a través de la reciente guerra contra la pandemia es que si nos apartamos del pensamiento y la acción científicos y nos aferramos a la actitud y método de trabajo formales y mecánicos, estamos condenados a la derrota en todas las crisis sanitarias que devendrán en el futuro.

Jamás debemos olvidar esta lección.

Además, al inicio de la puesta en funcionamiento del sistema profiláctico de máxima emergencia todos nos percatamos de que por no realizar el examen del virus ni recurrir a la táctica de tratamiento científica, con prontitud y precisión, hubo pérdidas humanas que podíamos evitar con toda seguridad, no pudimos controlar con rapidez la propagación de la epidemia en el interior del país y para colmo se difundieron las supersticiones que crearían confusiones en la profilaxis y el tratamiento.

Lejos de reaccionar con iniciativa y flexibilidad analizando científicamente el origen de todos los eslabones de la cadena profiláctica y calculando de antemano sus resultados, se aferraron únicamente al bloque físico y trabajaron mecánicamente, debido a lo cual se acrecentaron la incomodidad en la vida del pueblo y la recesión económica y tuvieron que remediar lo que podían evitar de antemano.

Además existen otros problemas, entre ellos el de que nuestra sanidad y profilaxis, específicamente su infraestructura, capacidad tecnológica y preparación material no están desarrolladas conforme a la política que nuestro Partido y Estado han mantenido invariablemente desde su fundación ni están preparadas para contrarrestar con agilidad a eventualidades imprevistas.
Nos corresponde sentir con dolor lo apremiante e imperiosa que es la capacidad de reacción indispensable del sector profiláctico y sanitario ante la aparición de febricitantes en distintas partes del país, como ya hemos experimentado.

A fin de cuentas, la capacidad profiláctica es la de defensa de la
seguridad del Estado y la vida del pueblo, Si observamos todo lo ocurrido hasta la fecha, podemos dividir en tres las crisis objetivas que requiere de nuestra apreciación y previsión constantes mientras desarrollamos el Estado y aceleramos la construcción socialista: la guerra, la epidemia y la calamidad natural.

Estas son las tres crisis que debemos enfrentar con total responsabilidad para la existencia y el desarrollo del Estado y el bienestar del pueblo. En cuanto a la capacidad disuasiva de la guerra, nuestro Partido y Estado le conceden prioridad desde hace mucho tiempo. Y también preparan de manera concienzuda la capacidad de movilización y las potencialidades para minimizar los daños de la calamidad natural.

El mayor problema es el fomento de la capacidad profiláctica para afrontar la crisis sanitaria mundial. De ahí que el V Pleno del VIII período del Comité Central del Partido lo presentó como tarea más apremiante que tenemos por delante.
Ya se han elaborado y transmitido las principales tareas políticas relacionadas con él, por lo que me limitaré a subrayar algunos puntos en términos generales.
Por haber cantado la victoria en la guerra con la epidemia, no podemos dar por eliminado completamente el peligro de su transmisión ni consumada la labor profiláctica de emergencia del Estado.

Los medios de difusión masiva informan a diario de que la crisis sanitaria mundial y la de la epidemia en las cercanías de nuestro país no se han podido controlar aún y por ende es prematuro que nos despreocupemos y aflojemos las medidas profilácticas.

Debido a la aparición continua en distintas partes del mundo de más de diez variantes, con mayor capacidad de transmisión y evasión del sistema inmune que la Ómicron sigilosa que se penetró en nuestro territorio, pero que presentan un riesgo de severidad y una mortalidad poco diferentes, crece a un ritmo acelerado el número de los contagiados y sigue en ascenso el de los muertos.

Para colmo, con la propagación a decenas de países de la viruela símica de alta peligrosidad se declaró la emergencia de salud pública de interés internacional, en tanto la probabilidad de que surjan otras epidemias debido a los cambios climáticos inquieta a la humanidad.

Todo esto demuestra que no hay ninguna razón de que nos embriaguemos de los éxitos, nos vanagloriemos y nos relajemos y enfatiza la necesidad de que sigamos intensificando la campaña profiláctica de emergencia encaminada a defender fidedignamente el bienestar del Estado y el pueblo.

Nos incumbe mantener intacta la barrera profiláctica consolidando los éxitos y la victoria logrados en la guerra con la epidemia e intensificar la labor profiláctica hasta que se ponga fin a la crisis sanitaria mundial. Ante todo, hemos de prestar debida atención a mantener la conciencia profiláctica y elevar la vigilancia de todo el pueblo.

Las amplias masas son protagonistas de la campaña profiláctica y su conciencia decide la victoria o la derrota en ella. De ahí la urgencia de intensificar por todos los medios la divulgación y la educación, de modo que jamás se debilite ni se atenúe el ambiente profiláctico en toda la sociedad.

En estos momentos victoriosos, guardémonos de usar el término «victoria» para poder obtener otras mayores en el futuro. Ante todo, esforcémonos para ser más conscientes y prácticos

Es probable que la celebración de la victoria en la guerra profiláctica de máxima emergencia haga resurgir ineludiblemente la relajación, la negligencia y el descuido, por lo que las organizaciones partidistas y de trabajadores, los sectores administrativos y económicos y los órganos judiciales deben estar alerta y encauzar la fuerza para mantener el alto grado de la conciencia de profilaxis y crisis.

Por muy intensas que sean la divulgación y las explicaciones antiepidémicas, si se repiten una y otra vez, la gente sentirá aburrimiento y se volverá insensible a ellas. Por eso, es preciso intensificar la campaña propagandística e ideológica
dirigida a consolidar sustancialmente la conciencia antiepidémica y promover la observancia de normas preventivas, a base de los datos sobre los cambios de la situación profiláctica mundial y el análisis de la nuestra.

Al mismo tiempo, librar la lucha organizativa, administrativa y jurídica contra las violaciones de la guía y la disciplina profilácticas, de manera que nuestra campaña antiepidémica sea una labor cierta, segura y fidedigna, respaldada por la conciencia de las masas y la confiable garantía legal.

Es necesario, además, seguir volcando esfuerzos para mantener y consolidar las barreras de profilaxis, de manera que el virus maligno no vuelva a infiltrarse en nuestro territorio. Es importante reexaminar las múltiples murallas profilácticas en el frente, las fronteras, las costas, el mar y el aire y perfeccionar el bloqueo
reforzándolas o instalando nuevos interruptores en atención a las características de la variación de la pandemia.

Se prestará atención primordial a estimular y movilizar ideológicamente a los guardias encargados del bloqueo y la interceptación y crearles óptimas condiciones de servicio y vida, de manera que nuestra avanzada antiepidémica sea perfecta en lo ideológico, espiritual, operativo, táctico y profiláctico y que mantenga el máximo nivel en el sentido de responsabilidad y la vigilancia.

Como he dicho antes, acelerar la capacitación profiláctica del Estado es
una de nuestras tareas importantes. Es grave la actual situación de emergencia de la salud pública que inquieta a la comunidad internacional y se prevé el devenir periódico y reiterativo de otras crisis sanitarias no menos agresivas.

No hay ninguna razón de que estemos tranquilos con la falsa creencia de que no corremos el riesgo de que se repita la pesadilla sanitaria. Descuidar o retrasar la capacitación profiláctica, so pretexto de que salimos victoriosos en la guerra con la epidemia o que es muy precaria la situación actual, es una estupidez que acarreará consecuencias funestas.

En vistas de la exigencia del Partido de conceder primacía a las masas populares que es su principal ideal político, de la naturaleza de nuestro régimen que aprecia al hombre más que nada, y de la amarga lección que nos enseñó la reciente crisis sanitaria, nos es imperioso impulsar la capacitación profiláctica hasta colocarla sin falta en el nivel mundial.

Esta es la inconmovible voluntad de nuestro Partido y Gobierno. Sintetizaremos y sistematizaremos las políticas y orientaciones antiepidémicas que aplicamos creativamente, así como las experiencias y lecciones que hemos acumulado y, a base de ellas, continuaremos profundizando la investigación de los problemas teóricos, prácticos, científicos y técnicos que contribuyan a perfeccionar nuestra profilaxis como la más avanzada y popular.

Hay que perfeccionar el sistema y orden profilácticos del Estado e impulsar con previsión y el sentido de realidad la tarea de preparar suficientes fuerzas y medios materiales y técnicos.

Impulsar de forma planificada y sin retraso la formación y capacitación de profesionales profilácticos, el desarrollo y la dotación de equipos de examen y medición científicos y la instalación por doquier de locales de cuarentena son tareas que exigen un enfoque especial.

Tal como he señalado, acelerarán la modernización y ampliación de laboratorios de medicinas Coryo y otros fármacos y fábricas de aparatos médicos en distintas partes del país y al mismo tiempo la instalación de nuevas plantas de artículos de consumo médicos y de utensilios profilácticos.

Realizarán sustancialmente y por etapas la modernización de todos los
hospitales del país y la estandarización de farmacias para un mayor nivel en los servicios médicos.

De esta manera lograremos que nuestro pueblo sea feliz disfrutando de una larga vida y buena salud gracias a los beneficios reales y la protección del mejor sistema sanitario y antiepidémico en el mejor régimen socialista.

Compañeros:

En el cumplimiento de las colosales tareas políticas que enfrentan los sectores antiepidémico y sanitario, es muy importante el papel de los soldados rojos del Partido que son sus encargados directos. Sufriendo hace poco la máxima crisis sanitaria y viendo a los trabajadores profilácticos y sanitarios consagrarse a sus tareas, nuestro pueblo tuvo una nueva percepción de ellos y se convenció de que son defensores del mejor régimen en el mundo y protectores fidedignos de
su vida.

Guardarán esta confianza y evaluación del pueblo como riqueza más preciosa que no se puede cambiar por nada del mundo y redoblarán el esfuerzo para continuar correspondiéndole.

Deben ser verdaderos comunistas que encarnan la ilimitada fidelidad a la misión dada por el Partido, el cálido amor al hombre y la devoción a los pacientes y que saben dedicarse en cuerpo y alma para poner de pleno manifiesto la superioridad de nuestro régimen con sus acciones de prevención y tratamiento.

Compañeros:

Una vez más nos hemos fortalecido en medio de las pruebas. Cuanto
más desafíos y dificultades arrostremos, tanto más fuertes seremos
venciéndolos con valentía. Hace exactamente tres meses en que se anunció la noticia de la penetración del virus en nuestro territorio, nadie imaginó que un día
como hoy llegaría con tanta prontitud.

Con ilimitada lealtad al Partido e indoblegable voluntad de superar sonriendo cualquier prueba, el pueblo se puso en pie de guerra confiando solo a esa organización rectora. Por tener a un pueblo tan agradecido y la fuerza de su unidad monolítica, hemos podido avanzar hacia una victoria mayor tomando la crisis sanitaria no como un contratiempo de desesperación y frustración sino como una oportunidad de desarrollo y salto.

Agradezco sinceramente la confianza y estímulo de nuestro pueblo que siempre me infunde una inagotable fuerza y coraje y reafirmo mi decisión a luchar y luchar dando mi vida sin vacilación alguna si es para su bienestar y felicidad.

Poniendo en pleno juego nuestras asombrosas potencialidades que se manifestaron últimamente, debemos librar una enérgica lucha para lograr mayores éxitos no solo en el frente antiepidémico sino también en todos los demás sectores de la construcción socialista.

Si activamos y engrandecemos la indoblegable fuerza espiritual de nuestro pueblo que superó con audacia la peor crisis de la historia, conquistaremos con éxito las metas del Plan Quinquenal presentadas en el VIII Congreso del Partido, para no hablar de las de este año. Con la firme confianza y optimismo en nuestra lucha y el futuro, garanticemos todos la seguridad del Estado y el pueblo y aceleremos con vigor la causa histórica del desarrollo integral del socialismo al estilo coreano.

Por último, aprovecho la oportunidad para saludar una vez más con veneración a nuestro respetado y amado pueblo. Deseo con vehemencia la buena salud de todos y la paz en los hogares de todo el país.
¡Viva nuestro gran pueblo!

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