Kim Jong Un y la crisis epidémica

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El 10 de agosto la República Popular Democrática de Corea efectuó el balance nacional de la labor antiepidémica de emergencia, en el que declaró la victoria en la guerra con la epidemia solo en 91 días desde que pasó el sistema profiláctico del país al de máxima emergencia.

El Dirigente para el pueblo

En su discurso pronunciado en el evento, el Secretario General Kim Jong Un expresó: Para ser sincero, yo estaba confuso ante la realidad de la penetración del virus en el país que mantenía la tranquilidad por más de dos años resistiendo con tenacidad detrás de la barrera antiepidémica de emergencia de clase supraespecial desde los inicios de la pandemia.

Tenía a un pueblo que debía defender a costa de la vida y a todo trance.

Ese pueblo que me apoya en los momentos alegres y tristes, me tiende la mano en las dificultades, me empuja y levanta a cada momento, era para mí como gotas de sangre y pedazos de carne que no podía ni debía perder jamás.

En las reuniones y las consultivas del Buró Político del Comité Central del Partido del Trabajo de Corea, efectuadas varias veces después de pasado el sistema profiláctico del país al de máxima emergencia, Kim Jong Un enfatizó siempre los problemas sobre el tratamiento urgente a los febricitantes y la solución de las dificultades que afectan la vida poblacional en el periodo de bloqueo.

En la reunión consultiva del Buró Político del CC del PTC, efectuada el 14 de mayo, el Secretario General Kim Jong Un propuso entregar a los familiares difíciles los botiquines preparados en su familia reflejando la determinación de compartir siempre el mismo destino con el pueblo y los sinceros votos de que vuelvan a reinar la tranquilidad y risas en todas las familias del país.

En otra reunión efectuada al día siguiente, analizó y criticó con seriedad una serie de desviaciones en labores profilácticas, incluyendo la actitud irresponsable de los funcionarios sobre el suministro de medicamentos a los habitantes, y dio la orden especial de la Comisión Militar Central del PTC de enviar a Pyongyang las fuerzas poderosas del sector médico del Ejercito Popular y de normalizar de inmediato el suministro de fármacos. Y después de la reunión, realizó visitas a diferentes farmacias en Pyongyang.

Según noticias, en ese periodo él estaba enfermo con alta fiebre pero no estaba en cama ni un momento por la preocupación del pueblo.

El pueblo, para el Estado

En su discurso pronunciado en el balance nacional de la labor antiepidémica de emergencia, Kim Jong Un, Presidente de Asuntos Estatales, expresó: Cuando me pongo a pensar en la victoria en la guerra antiepidémica que no era nada fácil de conquistar, primero me vienen a la mente los esfuerzos de nuestro pueblo que ha apoyado incondicionalmente y se ha simpatizado con la política del Partido y el Gobierno y los ha sostenido con su unidad monolítica.

Al infiltrarse el virus maligno en su territorio, como una medida inevitable, la RPD de Corea aplicó con rigor el bloqueo zonal y el aislamiento de unidades en todo el país. Esto implicaba multiplicar las dificultades en las faenas públicas y en la vida de cada familia y ciudadano debido a la prohibición de viajes y otros traslados no en una parte o en algunas regiones del país sino en todo el territorio nacional y a la arritmia del trabajo y otras actividades regulares.

Sin embargo, el pueblo coreano aceptó todas las normativas e indicaciones referentes a la labor antiepidémica como propósito del Partido, las consideró como un deber a favor de su patria, de su familia y de sí mismo, las observó de forma voluntaria y concienzuda y las cumplió incondicionalmente.

Con mucho placer relegaron al segundo plano los asuntos individuales y hogareños y exhibieron su característica firmeza, sin un amago de vacilación, debilidad, pesimismo y miedo y llenos de fe y optimismo.

En ese periodo el pueblo coreano puso de manifiesto con mayor intensidad las nobles virtudes y rasgos comunistas: obreros de las fábricas farmacéuticas y alimentarias trabajaron día y noche para enviar fármacos y alimentos a los enfermos; unos destinaron hasta su hacienda doméstica para comprar los necesarios y enviarlos a quienes se alojan en albergues y a los huérfanos en casas cuna y jardines infantiles; y otros entregaron cereales, otros alimentos y artículos de primera necesidad a otras familias y vecinos.

Hombres tan generosos los había en todos los rincones del país como en la capital, otras localidades, fábricas, aldeas rurales y pesqueras. Y los había en todos los estratos de la sociedad, comenzando por los veteranos de guerra, pasando por los trabajadores ordinarios, las jefas de unidades de vecinos, las amas de casa y hasta los miembros de la Organización de Niños.

Esas personas virtuosas pensaron en los compañeros, los vecinos y el colectivo antes que en ellas mismas y se consagraron a ellos con toda sinceridad aunque ellas mismas pasaban hambre. Su mundo espiritual no se puede calcular con el dinero u otras riquezas.

Todo el pueblo forma un cuerpo monolítico en torno al Partido y el Gobierno y se mueve al unísono, mientras la virtud y el afecto que se nutren del colectivismo constituyen un ambiente nacional. Tal es la superioridad singular del socialismo al estilo coreano y su poderío. Precisamente con él la RPD de Corea ha podido superar la crisis epidémica sin precedentes y salir airosos de la guerra con la epidemia.

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