Doble rasero en la explotación del cosmos

En noviembre del año pasado la República Popular Democrática de Corea colocó exitosamente el satélite de reconocimiento “Malligyong-1” en el espacio cósmico a bordo de su nuevo cohete transportador “Chollima-1”.

Los medios de prensa y los especialistas del mundo lo comentaron positivamente diciendo que la manifestación de la RPDC de su tecnología de exploración jamás puede ser negativa para la estabilidad de la región y que la posesión de Pyongyang del satélite de reconocimiento contribuirá a la estabilización de la situación de la Península Coreana.

A pesar de todo, únicamente Estados Unidos lo tilda de “gran amenaza a la seguridad de la región y el resto del mundo”.

Como es sabido por todos, en enero de 2023 Japón lanzó el satélite de colección de informaciones y en marzo del mismo año Israel colocó en la órbita el satélite de reconocimiento destinado a consolidar la capacidad de vigilar la zona del Medio Oriente, cuando el imperio norteamericano guardó el silencio.

El desarrollo espacial de la RPDC es el ejercicio de su derecho a la independencia y, al mismo tiempo, coincide con la ley internacional.

Ya el 5 de marzo de 2009 este país ingresó en el “Convenio sobre el principio de actividades de los Estados para la prospección y el uso del universo incluyendo la luna y otros astros”.

Entonces, ¿por qué ese imperio insiste obstinadamente?

Precisamente es porque la RPDC es un país con fuerte espíritu independiente que se opone a Estados Unidos.

Sin duda alguna, tal país independiente será una astilla clavada en el ojo del imperio.

Es por esta razón que Estados Unidos se esfuerza desesperadamente por frenar el desarrollo y fortalecimiento de la RPDC.

No es permisible el doble rasero contradictorio y parcial de Estados Unidos que niega la explotación espacial de la RPDC.

 

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