El Bismarck, a la caza del gigante

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En poco más de un siglo, Alemania pasó por dos reunificaciones: una de ellas en 1871 y la otra en 1990. En esta ocasión nos importa la primera, la cual fue realizada por Otto von Bismarck, mejor conocido como el «canciller de hierro» por la tenacidad con que lograba sus objetivos políticos, entre estos, la creación y el mantenimiento de un sistema de alianzas internacionales que aseguraran la supremacía y seguridad del entonces gran imperio alemán.

En el astillero

Esta figura política fue suficiente para que uno de los barcos más letales de la Alemania de la Segunda Guerra Mundial fuera bautizado en su nombre y con tan gran orgullo que su historia se hizo legendaria. Este coloso de hierro fue construido por el astillero Blohm & Voss, de Hamburgo el primero de julio de 1936. Tres años después fue botado en una ceremonia dirigida por Dorothee von Löwenfeld, nieta del Otto von Bismarck, sin embargo no entró en servicio sino hasta el 24 de agosto de 1940, debido a trabajos de acondiciomiento demorados. Hace casi 77 años que esta hazaña naval tuvo lugar en las aguas del mar Báltico.

El Bismarck era un buque militar de 41 mil 700 toneladas. Podía transportar 50 mil 300. Era un real gigante germano. Su eslora de 231 metros, manga de 36 y calado de 9.9, lo mostraban como el mayor monstruo naval que Alemania había botado hasta entonces. Ninguna armada europea contaba con un superbarco como éste hasta ese entonces. Se desplazaba a 30 nudos, algo así como 60 kilómetros por hora, y contaba con tres juegos de radares que cubrían popa, proa y la cofa o punto más alto del buque, ubicado casi siempre sobre la torreta de mando. Era prácticamente una ciudad naval que necesitaba de al menos 103 oficiales y 1,962 marinos para operar, cuyas especialidades iban desde mecánicos, cocineros, carpinteros, artilleros, zapadores y demás.

Operación Rheinübung

El 19 de mayo de 1941, este portentoso acorazado, apoyado por el Prinz Eugen, partió hacia aguas de Noruega para poner en práctica la Operación Rheinübung, cuyo objetivo era paralizar el tráfico mercante británico. En el trayecto fue avistado por el reconocimiento británico que, a su vez, alertó al Prince of Wales, crucero pesado que estaba respaldado por el HMS Hood y seis destructores.

Ambas flotas se trabaron en combate. El estruendo se apoderó de la tranquilidad de alta mar. Los funestos silbidos de los proyectiles anunciaban su nefasta trayectoria como en una sinfonía de viento fúnebre. Los poderosos cañones del Bismarck impactaron en el HMS Hood que, pese a su fortaleza, se parte en dos luego que un proyectil diera en el polvorín o santabárbara del buque; haciendo estallar su almacén de municiones. En el combate también resultó afectado el acorazado inglés King George V o Renown. 

La estela de combustible

El Bismarck también resultó dañado por un proyectil que le causó un enorme boquete por el cual escoraba con una inclinación de tres grados y nueve grados a babor. Pese a todo, el acorazado alemán todavía mantenía una velocidad de 27-28 nudos (50-52 kilómetros por hora). El agujero también afectó los tanques de combustible, el cual se derramaba en una estela que evidenciaba su paso y… ¡su rastro!

El capitán Ernst Lidderman propuso regresar a Alemania para reparaciones, pero el almirante Gunther Lutjens le ordenó proseguir con la misión. Esto fue uno de los errores navales que posteriormente le costaría mucho a la armada nazi. El Bismarck presentaba ya una inundación de 4 mil toneladas de agua. Para colmo. el portaaviones HMS Victorious vio una oportunidad y lanzó a una flota de torpederos aéreos. El buque logró sortear ocho de los misiles navales que le lanzaron, pero un noveno impactó en el blindaje central causando daños menores, pero retrasando aún más su operatividad.

El error táctico

Aprovechando esta confusión, el maltrecho HMS Prince of Wales logró retirarse del área. En lugar de seguirlo para aniquilarlo, el Bismarck y el Prinz Eugen pertenecieron juntos; otro error que aumentó su desventaja táctica. Pero el alto mando naval germano todavía cometería una falla más al separar al Prinz Eugen, del Bismarck, dejando a éste prácticamente a su propio riesgo en su camino hacia el puerto francés de Saint-Nazaire, donde se suponía que iba a ser reparado.

Los británicos ya habían establecido una posible ruta del Bismarck y comenzaron a tratar de ubicar su posición. Sin embargo, éste desapareció de sus radares, dándole un respiro momentáneo. Para el 25 de mayo, una nueva oleada de aviones torpederos lo atacan durante media hora, pero sólo un torpedo vuelve a hacer mella en el duro casco de la nave ocasionando que el buque se desplazara en círculos.

La decisión está hecha. El Bismarck ya no es operativo y ahora pasa a la fase de último reducto. Casi a la medianoche de ese mismo día, el almirante Gunther Lutjens envía un mensaje lapidario diciendo: «El buque no se puede maniobrar. Lucharemos hasta la última granada. ¡Viva el Fuhrer! Pocos minutos después, el mismo Hitler le contesta: «Toda Alemania está con ustedes. El cumplimiento del deber dará fuerzas a nuestro pueblo en la lucha por su identidad.

El gigante bajo tormento

Si uno se preguntara cuál es la ventaja del acorazado frente a un crucero o un destructor, sin duda alguna serian, sus enormes baterías de fuego. Esto fue por lo que cual los destructores que lo asolaron con torpedos no pudieron impactarle, tenían que estar cerca para precisar sus tiros, pero también se exponían a ser abatidos y hundidos en cuestión de minutos.

A la mañana del 27 de mayo, la armada británica envió una flota de cruceros pesados. El Bismarck quedó inerme ante sus enemigos luego que una ráfaga de proyectiles incapacitó su sistema de tiro.  La bestia de acero soportó el fuego de artillería de la flota británica durante dos horas. Dramáticamente averiado, todavía permaneció a flote, dando plena constancia de la gran capacidad de los alemanes para construir barcos. Los torpederos ya se acercaban para rematarlo, cuando una fuerte explosión hizo que torretas y torres de mando salieran por los aires. Han pasado 76 años desde ese acontecimiento naval y todavía se especula si fueron los torpedos lanzados por el crucero inglés Dorsetshire o si fue la orden que dio el capitán Lindemann de volar la nave.  Como quiera que sea, a las 10:40 del 27 de mayo de 1941, el peligro de los mares del norte se hundía y, con ello, salía a flote una leyenda naval.

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