El fantasma de la seudomedicación

El sobretratamiento, el sobreuso y la autoprescripción amenazan con hacer tambalear las políticas sanitarias mundiales

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Las políticas sanitarias y clínicas nunca estuvieron a punto de fracasar como ahora que existe un amplio acceso a medicinas y medicamentos que son administrados a voluntad propia del paciente.

Este fenómeno es muy común en los países subdesarrollados, donde las personas pueden conseguir medicamentos con gran facilidad, de tal manera que las farmacias se han convertido en verdaderas tiendas de autoservicio que son un negocio redondo. Aunado a ello, las transnacionales han puesto la mira en las necesidades más banales del individuo al grado que han desarrollado todo tipo de estudios e investigaciones para curar enfermedades y molestias que antes ni siquiera se podía imaginar que pudieran ser tratadas.

Con la llegada de la genética, no sólo los alimentos se han visto alterados, en la producción de trasgénicos sino las medicinas, al introducir productos y tratamientos para los llamados “padecimientos estéticos” que van desde el tratamiento de cicatrices, control de peso, vigor sexual y prevención de la calvicie, sin mencionar la gran cantidad de medicamentos de uso inmediato que ya están al alcance de la población para tratar molestias como la gripe, dolores reumáticos, padecimientos epidérmicos e infecciones de todo tipo, a tal grado que en el botiquín familiar se puede encontrar desde vitaminas de todo tipo, hasta analgésicos, antibióticos, cápsulas de antihistamínicos como una gran diversidad de antigripales, unguentos y bebidas dietéticas, compuestos y disolventes médicos y otras más, que harían palidecer a cualquier centro médico o consultorio. Muchas de ellas se consumen incluso sin verificar su caducidad.

La mayoría de la gente suele considerar la falta de medicinas como el principal problema de salud, pero en realidad existe una increíble facilidad para conseguir medicamentos como nunca antes en la historia de la humanidad. Y es ese acceso lo que ha provocado que la medicina realice investigaciones cada vez más profundas y diversificadas, ante la eventual ineficacia de los fármacos que se vuelven ineficientes debido al mal uso o la suspensión de tratamientos prescritos.

La Organización Mundial de la Salud manifestó por primera vez en lo que lleva de su existencia, que el uso irracional de medicamentos se ha convertido en la principal amenaza a la salud, lo que en consecuencia ha originado un desperdicio sin precedentes de material, esfuerzos y recursos médicos.

Este uso indiscriminado de medicinas incluye el sobretratamiento de enfermedades llamadas “suaves” como los resfriados y la mayoría de dolores corporales, el tratamiento inadecuado de enfermedades más serias como diabetes y cardiovasculares, el mal uso de antibióticos, el sobreuso de inyecciones, la automedicación o autoprescripción y la suspensión prematura de tratamientos. Esto, sin mencionar las sobredosis de fármacos depresivos o estimulantes como el prozac y medicamentos conciliatorios del sueño. En estos casos, no sólo los países subdesarrollados tienden a ser proclives, sino el resto de la población mundial.

La OMS ha manifestado una gran preocupación ante el uso irracional de las medicinas a nivel global, principalmente porque se están creando otros problemas de salud con graves consecuencias para las políticas públicas.

La resistencia a las substancias médicas, cuyo descubrimiento han significado un gran avance en la lucha contra las enfermedades, ocasionará un grave déficit en los presupuestos federales al adquirir medicamentos para las instituciones de seguridad social que, prácticamente están siendo superados por la resistencia humana a los antibióticos básicos y por la frecuente automedicación, un hecho que provoca que los programas de salud se vuelvan ineficientes al hacer un uso menos frecuente de los servicios médicos disponibles por el Estado. En este aspecto, lo que en un principio era un derecho de la población, es decir, el acceso a los servicios médicos, parece que hoy tiene que reformarse de tal manera que, más bien, ayude a crear conciencia en el paciente sobre el uso eficiente de los recursos sanitarios, controlando el acceso a los medicamentos, aumentando las campañas de sensibilización para evitar la automedicación, promoviendo la cultura de la consulta médica y sobre todo, estimulando algo que es muy lógico, pero que todos olvidamos, aprender a conocer los mensajes de nuestro propio cuerpo, el principal tesoro que, a lo largo de la vida, malgastamos en necesidades autocreadas o autoinfligidas.

Cuadro 1

Las drogas de la salud

A pesar de que muchos medicamentos recetados pueden ser abusados o mal usados, hay tres clases de drogas de prescripción de las que más frecuentemente se abusan:

* Opioides, que se recetan mayormente para tratar el dolor. Los medicamentos que pertenecen a esta clase -a veces conocidos como narcóticos- incluyen la morfina, codeína, y otras drogas analgésicas

* Depresores del sistema nervioso central (SNC), que se utilizan para tratar la ansiedad y los trastornos del sueño;

* Estimulantes, que se recetan para tratar el trastorno del sueño llamado narcolepsia, el trastorno de hiperactividad con déficit de atención (ADHD) y la obesidad.

 

Cuadro 2

Principales medicamentos opioidales en abuso

Existen otros ejemplos de opioides recetados para aliviar el dolor incluyen la oxicodona (OxyContin), propoxifeno (Darvon), hidrocodona (Vicodin) e hidromorfona (Dilaudid), así como la meperidina (Demerol) que se usa menos, debido a sus efectos secundarios. Además de sus propiedades analgésicas, algunas de estas drogas, por ejemplo, la codeína y el difenoxilato (Lomotil), pueden ser utilizadas para aliviar la tos y la diarrea.
Fuente: Fuente: Oficina de Estudios Aplicados, Administración de Servicios sobre el Abuso de Drogas y Salud Mental. Encuesta Domiciliaria Nacional sobre el Abuso de Drogas, 1999

 Cuadro 3

 

Medicamentos depresores

Los depresores del SNC son sustancias que pueden disminuir la función normal del cerebro. Se utilizan para tratar la ansiedad y trastornos del sueño. Entre las medicinas comúnmente recetadas para estos problemas están las siguientes:

  • Barbituratos, como el mefobarbital (Mebaral) y el pentobarbital sódico (Nembutal) que se utilizan para tratar la ansiedad, tensión y trastornos del sueño.
  • Benzodiacepinas, como el diazepam (Valium), clorhidrato de clordiacepóxido (Librium) y el alprazolam (Xanax), que pueden ser prescritos para tratar la ansiedad, reacciones agudas de estrés y ataques de pánico
  • las benzodiacepinas más sedativas como el triazolam (Halción) y el estazolam (ProSom) que pueden ser recetadas para el tratamiento a corto plazo de los trastornos del sueño. En dosis más altas, algunos depresores del SNC pueden emplearse como anestésicos generales.

Cuadro 4

La automedicación en cifras

* Aproximadamente 1.6 millones de personas utilizaron analgésicos de prescripción por primera vez en 1998 sin tener una razón médica.

* De 1990 a 1998, el número de nuevos usuarios de analgésicos aumentó en un 181 por ciento.

* En el mismo periodo, el número de personas que comenzó a utilizar tranquilizantes aumentó en un 132 por ciento.

* El número de nuevos usuarios de depresores aumentó en un 90 por ciento; y las personas usando estimulantes por primera vez aumentaron en un 165 por ciento.

* En 1999, alrededor de 4 millones de personas – casi el 2 por ciento de la población de 12 años de edad en adelante – reportaron «uso actual» (en el mes anterior) de drogas de prescripción por razones no médicas: analgésicos (2.6 millones de usuarios), depresores y tranquilizantes (1.3 millones de usuarios) y estimulantes (0.9 millones de usuarios)

* Según la OMS, en el 2000 cerca del 60 % de los antibióticos usados en Nigeria fueron prescritos innecesariamente, mientras en Nepal, más de la mitad de los antibióticos prescritos en 1996 no eran necesarios y 40 % de los gastos efectuados en medicinas fueron a parar a la basura debido a prescripciones médicas inapropiadas.

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