
Verdaderamente merece la estimación el hecho de que el Presidente Kim Il Sung defiende la soberanía de la nación rechazando la dominación de las fuerzas foráneas. Esta es una frase que escribió en 1995 Selig Harisson, el entonces estudioso de categoría superior del Fondo Carnegie de EE.UU para la Paz Internacional.
Vida consagrada por la defensa de la soberanía
Cuando nació el Presidente Kim Il Sung (1912-1994) Corea estaba bajo la dominación militar del imperialismo japonés (1905-1945).
Kim Il Sung quien emprendió el camino de la revolución a los 13 años de edad con la decisión de rescatar la patria fundó en abril de 1932 el Ejército Revolucionario Popular de Corea y desarrolló la lucha guerrillera contra el imperialismo japonés durante más de 10 años en condiciones muy difíciles en que no contaba ni con retaguardia de Estado ni con el apoyo de un ejército regular. Bajo su dirección, Corea se liberó en agosto de 1945 por la resistencia de todo el pueblo combinada con el ataque general del Ejército Revolucionario Popular de Corea.
En junio de 1950 los imperialistas yanquis desataron la guerra coreana y movilizaron inmensas fuerzas bélicas para estrangular en su cuna a este país joven asiático y realizar su ambición de dominación mundial. Pero las fuerzas agresoras encabezadas por Estados Unidos, los ejércitos de 15 países satélites, el de la República de Corea y los remanentes del antiguo ejército japonés se vieron obligados a ponerse de rodillas ante el pueblo coreano que se levantó como un solo hombre, unido firmemente en torno al Presidente Kim Il Sung, para no volver a sufrir una vida esclavista.
También en las agudas confrontaciones militares con Estados Unidos como el incidente de barco espía armado “Pueblo” y el del avión espía “EC-121” Kim Il Sung salvaguardó firmemente la soberanía y la dignidad del país y la nación.
Para él la palabra soberanía no significaba solo la concepción de defensa del territorio nacional desde la agresión foránea.
Después de la liberación él aclaró el camino de la original democracia independiente y progresista, y según la cual construyó un país cuyo dueño es el pueblo y resolvió todos los problemas con la posición independiente. Nunca permitió la injerencia de las fuerzas extranjeras en la definición y la materialización de los lineamientos estatales.
Con la férrea voluntad de que la independencia en la economía es precisamente la en la política, mantuvo invariablemente la línea de construir una economía nacional independiente.
Sus palabras de que en el mundo hay países grandes y pequeños, y naciones desarrolladas y atrasadas, pero no pueden existir países superiores e inferiores, ni naciones dominantes y dominadas y que todos los países y todas las naciones deben ser completamente iguales e independientes deben ser grabadas eternamente en lo hondo del corazón de la humanidad.