Midway, el Pacífico en llamas

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Tal vez la guerra no sea algo que los intrépidos decidan, pero sí donde se prueban. Esto lo decimos respecto a la Batalla de Midway, considerada como la fase definitiva de la guerra entre Estados Unidos y Japón; las dos principales potencias militares que se midieron en el frente del Pacífico en la Segunda Guerra Mundial. Llama la atención que este año se conmemore el 75 aniversario de esta confrontación entre los mismos países que hoy en día son grandes protagonistas de la arena económica mundial.

El ascenso de Japón

Durante la Primera Guerra Mundial, Japón luchó al lado de los aliados, que se hacían llamar la Triple Entente o Entente cordiale y estaba formada por Francia, Gran Bretaña y Rusia. La participación japonesa en esta conflagración tenía el claro objetivo de arrebatar a Alemania sus posesiones coloniales en China, principalmente el puerto de Tsingtao (actualmente se llama Qingdao y se encuentra en la península de Shangdong).

Se cuenta a manera de dato curioso que en esa localidad portuaria, los alemanes tenían una fábrica de cerveza desde 1903. La había llevado el banquero germano Jurgen Jakobsen Block y llegó a colocarla como la segunda bebida más favorita de la región, después de otra producida por los rusos. Este emporio fue parte del botín que los nipones se apoderaron cuando derrotaron a los alemanes en su ofensiva a la zona en 1914. Se dice que estos aprendieron a hacer cerveza gracias a esta tecnología que se apropiaron.

Para Japón, involucrarse en la llamada Gran Guerra fue un éxito relativo, pues no consiguió engrandecer sus intentos por extenderse en toda Asia; aspecto que tampoco podría lograr bajo el dominio anglo-francés fortalecido tras la Primera Guerra Mundial. Fue entonces cuando comenzó a idear un plan de colonialismo oriental que, por sus semejanzas, podía ser mejor realizable dentro del fascismo. Así que en la Segunda Guerra Mundial, pasó a formar parte de los llamados Países del Eje al lado de Italia y su viejo enemigo Alemania. Entre el periodo de 1920 a 1940, Japón contempló que carecía de todas las ventajas que tenían las demás potencias vencedoras: petróleo, caucho, minería y recursos naturales en general. Además, Francia y Gran Bretaña tenían un fuerte control en Asia, donde sus gobiernos colonialistas imponían sus políticas a veces con presiones diplomáticas y, en muchas ocasiones, mediante los bombazos de sus cañoneros, los cuales patrullaban ríos y costas constantemente; imponiendo un control férreo de la zona.

Hacia la sombra occidental

Tokio tuvo que aprender el estilo de vida de los dominadores y, en poco tiempo, convirtió a su población en una especie de clase media con tendencias occidentales. El kimono dejó su paso por el uso de pantalones, sacos y vestidos de corte europeo. Bajo la visión de un imperio, inició su camino hacia el expansionismo en territorios de Manchuria, norte de China, Corea, Siberia y las Islas Orientales. Sólo había un problema: Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda tenían idénticos reclamos territoriales. El concepto de espacio vital es tan común en las guerras y Japón no fue la excepción. Esto implicaba abrir un camino hacia los ansiados recursos naturales y, de paso, acabar con el dominio de sus competidores colonialistas. Esto sólo se logró construyendo un gobierno nacionalista con un sistema de castas militares y un increíble fervor al emperador. Le tocó en ese periodo en turno a Hirohito.

Hirohito

Aunque reservado y más prudente que los mismos militares de su corte, Hirohito se veía muchas veces imposibilitado por las decisiones de sus propios generales, quienes lo relegaban argumentando su esencia como emperador celestial, mientras estos se dedicaban a planear el futuro de Japón en Oriente. Fue así como en julio de 1937, Tokio lanzó sus fuerzas de ocupación hacia China en una operación sorpresiva con la que bloqueó más de 3 mil kilómetros de costas. Esto no lo hubiera podido hacer si previamente no contara con una marina de guerra fuerte y audaz.

Un mes después y motivado por esta maniobra, Hirohito firmó la estrategia expansionista que le permitiría por una parte entrar en rivalidad con Holanda y Gran Bretaña, si estos se empeñaban en impedir sus propósitos. También significó el primer roce con una potencia joven, pero poderosa: Estados Unidos. Convencido de que su expansionismo no tendría realidad si no entraba en acción, Tokio decidió firmar en septiembre de 1940, un Pacto Tripartito que creaba el Eje Berlín-Roma-Tokio cuyo principal objetivo era combatir a Estados Unidos, en lugar de la URSS (al menos así quedó acordado al principio). A su vez, Alemania e Italia se comprometían a respetar la voluntad japonesa de implantar un nuevo orden en Asia oriental.

La ruta del nuevo Japón

Pese a todo, no era fácil para Japón tomar una decisión así. Incluso el primer ministro Fumimaro Konoe, prefería abstenerse de luchar a enfrentar directamente a las fuerzas estadounidenses y, sobre todo, de la Commonwealth británica. Esto le valió ser sustituido por el ministro de Guerra, Hideki Tojo, quien era considerado como principal representante del ala belicista japonés. El cambio se aprobó el primero de diciembre de 1941 y, con ello, Hirohito daba inicio a la ruta militar del nuevo Japón.

Tojo quedó encargado de dirigir el ataque contra la flota estadounidense en el Pacífico, orden que tenía como objetivo garantizar el espacio vital que Japón necesitaba para extenderse en Asia. Fue así como, el 7 de diciembre de 1941, la fuerza aérea y la armada nipona realizaron una operación múltiple que consistía en deshabilitar a la marina de guerra norteamericana, mientras se consolidaban otras operaciones de ocupación en Filipinas y el interior de China, donde se disputaba una guerra civil entre los nacionalistas de Chiang Kai Shek y los comunistas de Mao Tse Tung. Ambas facciones tuvieron que hacer una tregua para concentrarse en combatir al ejército nipón.

El éxito naval japonés

Isoroku Yamamoto

A lo largo de seis meses, Japón intensificó sus ataques logrando importantes victorias navales contra los estadounidenses. Al frente de la flota imperial se encontraba el almirante Isoroku Yamamoto, encargado de la misión de expandir la influencia japonesa en Oriente. Algo que hay que dejar en claro era que Tokio no había iniciado una guerra para invadir Estados Unidos, sino para debilitar su poderío en el Océano Pacífico; lo que le permitiría concretar su dominio en el sureste asiático.

Hasta ese momento, la armada imperial había tenido la batuta en la confrontación. La racha exitosa comenzó a quebrarse cuando el 18 de abril de 1942, Estados Unidos logró lanzar la Ofensiva Doolitle, bombardeando a Tokio y otras ciudades importantes, dejando perplejos a sus enemigos, que nunca supieron del todo de dónde provinieron los aviones que penetraron el territorio japonés con tanta facilidad. La operación fue denominada así por el nombre del teniente coronel James H. Doolitle que lo dirigió. Salvo eso, Washington no conseguía imponerse en el frente naval del Pacífico.

Con el predominio de su flota, Yamamoto decidió lanzar sus fuerzas para hundir principalmente los portaviones estadounidenses y disminuir su poderío al grado de desmoralizar a sus enemigos. Lo primero era ocupar el Atolón de Midway, la única posición de los aliados que tenían en el Pacífico. Toda la fuerza estadounidense radicaba en el predominio de este enclave, después de esto, la victoria nipona estaría a la vista. Los estadounidenses lograron descifrar un mensaje que alertaba sobre el despliegue de la flota japonesa, la cual estaba integrada por el superacorazado Yamato, desde el cual Yamamoto dirigía sus operaciones, y cuatro portaaviones insignia: Kaga, Soryu, Akagi, Hiryu.

A su vez, los norteamericanos se apoyaban en el USS Hornet, USS Enterprise y el USS Nimitz. Un cuarto portaaviones, el USS Yorktown, regresaba muy dañado de los combates efectuados en el Mar del Coral (dedicaremos pronto un reportaje a esa batalla que también cumple su 75 aniversario). Sin embargo, Washington ordenó que se reparara en tiempo récord de tres días, después de los cuales pudo partir en compañía con el USS Nimitz, al mando de Jack Frank Fletcher.

Chuichi Nagumo

Yamamoto tenía la enorme responsabilidad de sacar a adelante a la flota imperial sobre todo, después de la derrota infligida por las fuerzas estadounidenses en el Mar del Coral un mes antes. Había concentrado su estrategia en atacar por segunda ocasión la base de Pearl Harbor, pero desechó la idea por considerar que Estados Unidos le lanzaría a todos sus portaviones, así que prefirió atacar Midway, donde sólo se encontraban cuatro de ellos, y su balance de fuerzas era casi el mismo. Yamamoto tenía como mariscal de campo a Chuichi Nagumo, quien precisamente había coordinado el bombardeo a Pearl Harbor siete meses antes.

Japón bombardea Midway

En la madrugada del 4 de junio de 1942, más de cien aviones cazas son enviados a bombardear la base norteamericana de Midway, la misión se cumple sólo a un 70 por ciento, pues los agresores encontraron resistencia antiaérea y, por el hecho de no haber destruido las pistas aéreas, varias aeronaves lograron despegar para apoyar un contrataque. Los aviones que iniciaban su regreso a los portaviones nipones tenían que ser reabastecidos pues el trayecto de ida y vuelta había sido largo y tedioso. Nagumo había contemplado que la ofensiva a Midway fuera un éxito completo, pero tuvo que reconsiderar su estrategia de lanzar a sus aviones cargados con torpedos para acabar con la flota americana. Aunado al mal tiempo que impedía visualizar la posición de la flota enemiga, el almirante oriental decidió arremeter nuevamente contra la isla de Midway para destruir de una vez por todas sus pistas aéreas y dejar la base inoperante. No pudo concretar esta acción porque la operación le costaría 45 minutos de reemplazo de armas, tiempo con el que no disponía pues las aeronaves que previamente habían atacado en la primera oleada ya estaban por regresar al portaviones. Su encrucijada era: cambiar el armamento de sus aviones y dejar que los otros cayeran al mar al quedarse sin combustible o lanzar las unidades ya preparadas con torpedos en busca de una flota que no sabía dónde estaba y permitir que los cazas aterrizaran para repostar. Nagumo ordenó cambiar los torpedos por bombas, veinte minutos después de esto y todavía en pleno proceso de cambio, se le informó que un avión había avistado a la flota norteamericana, por lo que suspendió la orden hasta esperar una confirmación; lo cual lo demoró cuarenta minutos más. Mientras tanto, los aviones de la primera oleada de ataques regresaba al portaviones. Sus asesores le aconsejaron que lanzara el ataque contra la flota enemiga con los pocos aviones que aún estaban equipados con torpedos. Nagumo prefirió seguir el manual de estrategia y esperar el retorno de los aviones para reabastecerlos. La confirmación llegó poco después, lo que motivó que autorizará el ataque contra la flota, pero lo hizo precisamente cuando los aviones empezaban a aterrizar y a ocupar la pista para repostar armas y combustible. Esto volvió a demorar las acciones y representó un gran error en pleno momento táctico.

Estrategia a ciegas

Mientras tanto, el almirante estadounidense Raymond Spruance, ordenó a sus aviones salir y atacar todo lo que tuvieran a la vista. Aquí el problema fue que estas aeronaves tuvieron dificultades para localizar a la flota japonesa. Aunque pocos lo crean, el mar sigue siendo un territorio vasto en la Tierra. Los escuadrones de Avengers y Duantless caían al océano sin lograr impactar en las naves niponas, sin embargo, lo único que consiguieron fue, además de muchas bajas, dispersar a los aviones escolta de los barcos nipones, quedando así totalmente desprotegidos.

Otro aspecto raramente favorable fue obligar a los barcos enemigos a hacer maniobras para evitar los torpedos de los aviones y que sus escoltas aéreas agotaran sus municiones y combustible. Dos oleadas de aviones estadounidenses fueron derribados sin mayor problema, pero esta operación permitió mantener fuera de posición a los portaviones, que ahora estaban expuestos a cualquier tipo de ataque. Fue entonces cuando una tercera oleada aérea proveniente del USS Enterprise cayó sobre el Kaga, mientras que los del USS Yorktown arremetían contra el Soryu y el Akagi. Para ese momento, los bombarderos nipones prácticamente observaban indefensos cómo sus enemigos daban cuenta de las pesadas embarcaciones, que quedaron fuera de combate en menos de seis minutos.

Portaviones Kaga

El Kaga se había hundido con 811 marinos, el Soryu con 718 y el Akagi, donde se encontraba Nagumo, se fue a pique con 263. Tras haber sido trasladado al crucero Nagara, éste continuó al frente de las tácticas navales junto con su Estado Mayor, que también sobrevivió al ataque. En sólo seis minutos, Japón había pasado de ser el vencedor a un débil oponente de la Segunda Guerra Mundial como resultado de la indecisión y mala coordinación táctica de Nagumo, según expertos castrenses.

¡Falta el Hiryu!

El mando estadounidense ordenó rastrear al cuarto portaviones, el Hiryu. La misión fue asignada al almirante Frank Jack Fletcher, quien pidió lanzar una primera fuerza de aviones del USS Yorktown, los cuales salieron al aire para visualizar la embarcación. Sin haber logrado un monitoreo positivo, regresaron a la nave, pero tras ellos venían cazas japoneses que los habían estado siguiendo y que diezmaron finalmente al Yorktown. Fletcher fue trasladado al crucero USS Astoria, mientras su portaviones se hundía con varios cientos de marinos.

Pese a esta ligera victoria, el Hiryu había quedado expuesto y localizado. Fue entonces cuando el almirante Spruance ordenó un nuevo ataque aéreo con todas las aeronaves que tuvieran disponibles. El Enterprise y el Hornet lograron habilitar un escuadrón de 26 Dauntless para cazar al Hiryu; el cual poco después fue hundido con bombas lanzadas desde el aire. El Hiryu se fue a las profundidades con 385 hombres en pocos minutos. Mientras esto sucedía, el almirante Yamamoto le decía a su preocupado Estado mayor: “Yo soy el único que debe excusarse ante el Emperador”.

Esta derrota acabó con el plan expansionista de Tokio, que se fue a pique al igual que sus cuatro portaaviones insignias. El almirante Yamamoto murió el 18 de abril de 1943 luego que su avión fuera derribado cuando visitaba unas bases militares. Sus cenizas fueron llevadas al Santuario Yasukuni en Tokio. Japón todavía sufriría otra fuerte derrota, esta en Guadalcanal, con la quedaba debilitada toda la maquinaría nipona y se abría el camino hacia su derrota en la Segunda Guerra Mundial.

En palabras del embajador de Japón en México, Akira Yamada.

 

 

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