La comparecencia de James Comey tuvo una gran audiencia. Restaurantes, bares y cantinas transmitieron el interrogatorio del ahora ex director del FBI como si se tratase de un magno evento deportivo. Algunos medios revelaron que hubo lugares donde se promocionaba que se daría una bebida gratis por cada reacción que el presidente Donald Trump hiciera en sus famosas redes sociales, lo cual no pasó.
Lo que sí sucedió fue un cambio de actitud de Comey, quien después de haber divulgado detalles de las presiones que el presidente ejercía sobre él para desligarse de las investigaciones sobre la trama rusa en su equipo gubernamental, en esta ocasión se mostró prudente y cuidadoso.
La situación tal vez lo ameritaba, pues este interrogatorio a cargo del Comité de Seguridad Nacional del Senado, estaba abierto a los medios de comunicación. Comey prefirió responder con cuidado muchas de las preguntas que se le hicieron como si creía que Trump estaba obstruyendo la labor de las agencias de inteligencia estadounidenses. Simplemente respondió que ese sería un caso a determinar por el nuevo fiscal especial Robert Muller.
«No pienso que deba decir si las conversaciones que tuve con el presidente fueron obstrucción de justicia. Fue una cosa muy perturbadora, desconcertante», dijo Comey ante la comisión de inteligencia del Senado.
Sin embargo, los comentarios de Comey fueron testimonios abiertos de las mentiras y la difamación de la que había sido víctima por parte de Trump, después de su despido en el cargo federal. La casa Blanca salió en defensa del mandatario al desaprobar el comentario.
«El presidente no es un mentiroso», dijo la subsecretaria de Prensa, Sarah Sanders.
Por otra parte, Comey también dejó en claro que Rusia sí había interferido en las elecciones presidenciales, con la clara intención de favorecer la victoria de Trump.
