El Presidente Kim Il Sung (1912-1994), Líder eterno del pueblo coreano, siempre se compenetró con la población, compartiendo con ella las penas y alegrías.
Según las informaciones de prensas de la RPD de Corea, las horas que pasó con el pueblo eran sus horas laborales y el lugar donde él se reunió con él era el local donde practicó la política. Lo comprueba el hecho de que durante decenas de años de su dirección, visitara con frecuencia fábricas, granjas y otras entidades de todos los rincones del país.
En una visita de trabajo en la parte septentrional del país, su carro, que corría lentamente por un camino con la nieve derretida en su superficie, se detuvo finalmente sin poder avanzar más.
El Presidente se apeó del carro atascado y lo empujó junto con otros acompañantes.
Su ropa se manchaba por las salpicaduras del fango procedentes de las ruedas del vehículo, pero él no le hizo caso. Los coreanos dicen que en cualquier lugar del país se pueden escuchar episodios como ese.
Hay un sinnúmero de relatos sobre él quien consideró la atención y servicio al pueblo como su deber, orgullo y placer incomparables.
En verano de 1994, conversó con el ex Presidente de Estados Unidos Jimmy Carter, que estaba de visita en la RPD de Corea, a bordo de un barco que navegaba por el río Taedong produciendo grandes oleadas.
Cuando el barco pasaba por un lugar fuera de la ciudad, de repente llamó a un funcionario acompañante para sugerirle que bajara la velocidad del barco. Curioso, Jimmy Carter le preguntó la razón, a lo que el Presidente coreano le contestó señalando con el dedo a las orillas: «Allí la gente está pescando con caña. Si producimos grandes oleadas, esto la molestará. Vayamos un poco lento para no causarles molestias».
