Guerra sucia y mercadeo de noticias en México: el caso de la cobertura noticiosa de la Cancillería mexicana y sus actores como un ejemplo de un fenómeno general en un país polarizado y dividido

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Desde hace tiempo es frecuente que con el afán de alcanzar alto “rating” en una nota informativa se recurra a deformar, manipular y manejar notas sensacionalistas y amarillistas de un acontecimiento o de una personalidad pública con el fin de lograr notoriedad noticiosa e hipotéticamente a servir consciente o inconscientemente a intereses políticos o económicos en el contexto de la fuerte polarización existente en México.

Como no hay protocolos o regulación que comprueben la veracidad de una nota ni manera de comprobar un aserto o afirmación, se propagan rumores, supuestos y medias verdades que afectan profundamente la imagen de instituciones públicas o privadas así como de personalidades, en ocasiones también estas medias verdades o mentiras se generan en palestras oficiales y pueden dañar profundamente reputaciones.

Y en periodos electorales como el que vivimos en México no es raro que suceda y se agudicen estas tendencias abusivas y de falta de ética periodística o informativa, agudizada por la polarización política en periodos electorales.

Por conocer desde hace décadas el ámbito de la SRE y por haber sido diplomático de carrera y además haber sido agregado de prensa, vocero y funcionario de comunicación social, conozco el tema y la cobertura noticiosa de la Cancillería y a muchos de los reporteros de la fuente y analistas o comentaristas de lo que acontece en la Cancillería, embajadas y consulados. También sé del liderazgo político nacional del actual Canciller y su papel central en diversas políticas del Ejecutivo, no sólo las relativas a sus funciones.

El “marketing” noticioso puede ser utilizado de buena fé con el fin de “vender” la nota y lograr cierto impacto. Esta tendencia no es nueva y la he observado por décadas: la manipulación noticiosa se hace de varias maneras y depende también de coyunturas políticas y de quienes auspician un medio informativo determinado o en los últimos años, los “influencers” y los voceros oficiosos de los diversos actores políticos.

Hago un recuento de ejemplos de manipulación política o medias verdades que afectan la imagen de Cancillería y de igual manera un fenómeno similar se puede dar con otras dependencias, instituciones, gobiernos, partidos, empresas y organizaciones civiles.

Primera: rumores de supuestos “pleitos” o “disputas” internas en las altas esferas de cualquiera de estas organizaciones para deducir o implicar debilidad y falta de unidad o coherencia.

Segunda: Difusión de comportamientos privados de funcionarios y personal diplomático y consular que no representan “per sé” el actuar de la institución o que sean actos responsabilidad de la Cancillería. Lo mismo puede suceder en otras organizaciones.

Tercera: Reportajes sobre nombramientos de funcionarios o funcionarias en el organigrama de SRE y en el exterior que no son de carrera o cuyos perfiles no son óptimos para las tareas asignadas. Las críticas y reportajes pueden provocar renuncias y remociones. Algunos de estos nombramientos dependen directamente del presidente de la República. Lo mismo puede suceder en otras organizaciones e instituciones.

Los reporteros o reporteras, analistas y comentaristas con objetivos de llamar la atención, tener “impacto noticioso” o de plano afectar imagen y de beneficiar a un grupo, poder fáctico o a una facción interesada en tener influencia en las políticas o decisiones de la Cancillería. En contadas ocasiones pueden ser críticas impulsadas por la búsqueda de justicia y respeto al buen desempeño de la institución. Estos manejos puede afectar a cualquier dependencia u organización.

Cómo se realiza la manipulación? Se mezclan varías formas de desinformación: rumores acerca del equipo cercano al Canciller, sus supuestas disputas y faltas éticas o morales. También se hacen elucubraciones sobre las supuestas y reales alianzas políticas del Canciller, se elabora mucho sobre su proyección como futuro candidato presidencial y sus posibilidades, contendientes, aliados y enemigos reales y supuestos. Y se inventan supuestos o reales conflictos o enfrentamientos o supuestas acciones para fortalecer posiciones políticas.

La guerra sucia o deformación informativa que afecta o puede dañar la imagen de la Cancillería se combina con algún caso excepcional más que regla, de comportamiento inadecuado o irresponsable de un o una funcionaria o alguna historia vieja que se revive para dañar reputación destruir o “asesinar” personalidades.

Así se conocen estas acciones en la guerra sucia mediática y en ocasiones el linchamiento mediático puede venir de tribunas gubernamentales o incluso diplomáticas como sucedió en el proceso de elección de la dirigencia del Partido Morena, que ha evidenciado fuertes grietas y divisiones internas en este instituto político.

Este venenoso cóctel se adereza con historias y trayectorias de algún funcionario que tuvo participación en entidades o agrupaciones desprestigiadas, de dudosa reputación o de mala fama, aún cuando la participación haya sido marginal o muy irrelevante. El impacto es tal que algunos o algunas se ven obligadas a renunciar.

A través de las guerras mediáticas se tiene el escenario perfecto para crear “leyendas siniestras” y “tremendistas” con el objeto de desprestigiar a la institución como entidad pública respetable. Otro tema socorrido es si se respeta la normatividad, jerarquías y organigramas. Todo está bajo escrutinio público y una falta aún menor puede agrandarse y volverse noticia de primera plana sin realmente ameritarlo.

Todos los méritos, logros y trayectorias de personas e instituciones son desechados y eliminados por una historia personal o varias historias fragmentadas sin conexión entre sí pero puestas en el mismo escenario “catástrofista” llevado al extremo del símil y caricatura de una realidad “escandalosa” e “indeseable” de la institución o la cabeza o cabezas de la institución. El denominado “asesinato” de personalidades políticas con acciones orientadas a dañar reputación es una constante.

Es imposible saber los fines últimos de estas guerras sucias mediáticas. No se sabe si solo es el intento de un reportero o director de un periódico, revista o hasta un “influencer” de tener impacto y tener el anhelado “rating” o la búsqueda de la verdad, la justicia y la transparencia.

Se mantiene un escrutinio insistente de la vida privada y familiar y del círculo de amigos y aliados con la intención de golpear mediáticamente en la primera oportunidad.

O es posible también que atrás de estos fines aviesos o perversos se inscriban oscuras luchas políticas que intentan generar malestar o instigar divisiones para obtener dividendos. Los personas que son “francotiradoras” autónomas son pocas. En realidad la vocación del “rating”, vender la noticia a toda costa es lo que prevalece o intereses creados del medio que las auspicia. Pocas acciones son casuales o inocentes. En ocasiones el periodista o comentarista no se da cuenta de que puede ser utilizado.

Recuerdo en los años setentas en las épocas de las crisis políticas en nuestro país que la embajada estadounidense de manera activa promovió a ciertos periodistas y editorialistas que coincidían con sus intereses y visiones. Sin que ellos supieran les daban foros, mayores audiencias y mayor visibilidad. Ahora con las redes sociales es más sofisticado y efectivo promover ciertas ideas y recrear un imaginario social adhoc a favor o en contra del gobierno.

No necesariamente hay mala fé pero afecta la capacidad de ser objetivos y veraces y la propia dinámica de vender el impacto noticioso desnaturaliza y afecta el papel de los comunicadores. En ese contexto se aprovecha la falta de transparencia de las instituciones y sus decisiones. Menor opacidad y mayor apertura institucional a los medios ayudaría a limitar rumores y disminuir noticias alarmistas o manipuladas. Y cuando la pradera está muy seca y soplan fuertes vientos, es muy fácil que se incendie todo y no se pueda controlar el fuego. Como conclusión preliminar, la manipulación informativa puede ocasionar profundo daño a personas e instituciones y es nuestra obligación retomar y alertar de estos hechos que afectan la convivencia civilizada y respetuosa entre diversos actores políticos, sociales y económicos en nuestro país.

*El autor es ministro del Servicio Exterior Mexicano en retiro. Fue agregado de prensa en los consulados de Montreal, Atlanta y San Francisco y vocero en Embamex El Salvador. Colaborador de Notimex por una década. Editorialista de medios escritos y en línea en México y EU. Comentarista en radio y televisión de México, EU y America Latina.
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