
Discurso pronunciado por el estimado camarada Kim Jong Un en su visita de felicitación a la embajada de la Federación de Rusia acreditada en la República Popular Democrática de Corea.
Respetado camarada embajador,
Queridos compañeros y amigos rusos:
He visitado hoy la embajada de la Federación de Rusia acreditada en la
República Popular Democrática de Corea con el objetivo de felicitarla por el
aniversario 80 de su victoria en la Gran Guerra Patria, rendir mi más sincero
homenaje a la heroica generación de los vencedores de la guerra y extender
mi más calurosa felicitación a todo el pueblo ruso por este día de la victoria.
Me complace tener la oportunidad de transmitir el afecto y el sentir del
pueblo coreano al pueblo ruso con motivo del aniversario de su gran victoria
y celebrar esta fecha histórica con los amigos rusos.
Ante todo, representando al Comité Central del Partido del Trabajo de
Corea, el Gobierno de la República Popular Democrática de Corea, las
fuerzas armadas de la República y todo el pueblo coreano, quisiera
congratular de corazón al respetado Presidente de la Federación de Rusia, mi
más íntimo amigo y camarada, la Dirección del Estado ruso y a todos los
valientes militares y ciudadanos rusos.
Mi más sincero tributo a todos los veteranos y personas de mérito que
realizaron hazañas perdurables en la justa contienda para aniquilar el
fascismo.
De igual forma, felicito calurosamente a nuestro respetado titular y
demás integrantes de la representación diplomática rusa en la RPD de Corea.
Entrañables compañeros,
Esta es la primera visita que hago a la misión diplomática rusa con
motivo del 9 de mayo.
Me duró unos ochenta segundos venir en carro a la embajada, próxima a
la sede del Comité Central de nuestro Partido. Menudo palmo de distancia.
En esos ochenta segundos hice un recuento de la historia de nuestros dos
países con un sinfín de páginas de indeleble hermandad y solidaridad y sus
raíces, la cercanía espiritual de Pyongyang y Moscú que va más allá del
concepto geográfico, la cada día más creciente intimidad y fraternidad de
sus relaciones.
Y al pisar el recinto de la embajada, parte del sagrado territorio de la
gran Rusia, experimenté la intensa sensación de que entraba en la Plaza Roja
de Moscú donde desfilaban imponentes las columnas de victoria.
Y, ¿por qué no?
El 9 de mayo es una fiesta del pueblo ruso, de toda la humanidad, del
pueblo coreano y de mí mismo.
En los años cuarenta del siglo pasado el ejército y pueblo soviéticos
superaron con coraje pruebas y sufrimientos inimaginables y salvaguardaron
con firmeza la soberanía y el bienestar de la nación en su brega contra el
fascismo brutal que pisoteaba despiadadamente el destino de la humanidad,
realizando así una proeza histórica para la restauración de la paz del planeta
y la civilización de la humanidad.
En los años más cruentos supieron defender al precio de la sangre la
dignidad y soberanía de la patria y, además, la paz y seguridad del planeta,
rectificaron el curso de la política mundial que corría un gran peligro y
obsequiaron a la humanidad la victoria del siglo. He aquí el perpetuo mérito
de la generación de vencedores rusos y la especial y eterna connotación
histórica que con nada se puede borrar ni ocultar.
Si la gran Rusia no hubiera derrotado a la Alemania fascista, atroz
imperio del mal, con el sacrificio de decenas de millones de vidas, no habría
la civilización moderna de hoy ni la bella vida nuestra.
A la larga, sin el 9 de mayo, día de la victoria rusa en la guerra, no
habría el 15 de agosto, fecha de la liberación de Corea y del Oriente, y el
pueblo coreano habría recorrido una trayectoria más penosa y tortuosa.
No olvidemos que el destino de la humanidad fue determinado
precisamente en las grandes batallas en Moscú, Leningrado, Stalingrado y
Kursk.
Jamás olvidaremos que nuestra felicidad de hoy se debe al enorme
sacrificio con que Rusia salvó al mundo.
El 9 de mayo de 1945, en que el ejército y pueblo rusos lograron el
triunfo a cambio de sus preciosas vidas, no es simplemente uno de los
innumerables instantes recogidos por la historia de las guerras de la
humanidad, sino una valiosa tradición que se perpetúa y una meta que
hemos de perseguir de continuo.
El ímpetu del pueblo ruso que no tolera la injusticia, que jamás se
doblega ante el enemigo por muy grande que sea y que conquista
infaliblemente la victoria final con una tenacidad sin par y energía infinita,
es objeto de respeto de todos los pueblos. Su gran espíritu de defender la
patria cueste lo que cueste es un ejemplo espiritual para nuestro pueblo.
Estimados amigos rusos,
Nuestros dos pueblos, que en el siglo pasado dimos la sangre y vida en
la lucha por el ideal y objetivo comunes y que seguimos protegiéndonos y
apoyándonos mutuamente, hemos experimentado, no con palabras y letras
sino en las vivencias, que nuestros destinos son inseparables, y nos hemos
percatado claramente de que defender la soberanía y dignidad cuesta mucho
más que acondicionar un nido confortable.
Precisamente por eso, es harto natural que hoy mis pasos se dirijan a la
representación diplomática rusa en nuestro país. Este es también mi deber,
pues es de mi incumbencia precisar una vez más ante el mundo la dirección
de las presentes y futuras relaciones de ambos países y renovar el enfoque
del valor espiritual de nuestra amistad.
También en estos momentos respiro a todo pulmón la dignidad y el
orgullo de haber consolidado la base de nuestra gran fraternidad con una
excelente alianza.
Casi un año atrás, el 19 de junio de 2024, signé con el camarada
Presidente Putin el tratado sobre la Asociación Estratégica Integral entre los
dos Estados. Este fue la más clara manifestación de la voluntad de las dos
Direcciones y pueblos de contribuir activamente a la paz planetaria y la
estabilidad estratégica, compartiendo las penas y alegrías como eternos
hermanos y aliados.
Gracias a la excepcional perspicacia y decisión del camarada Presidente
Putin, las relaciones bilaterales han recuperado el carácter intrínseco de la
alianza y han escogido un destino que no puede ser otro.
Para mí es un gran honor tener como amigo más íntimo y como
camarada al líder experimentado de un Estado poderoso. También nuestro
pueblo se siente infinitamente orgulloso de mantener las relaciones de
hermandad con el gran pueblo ruso y la alianza con la gran Federación de
Rusia.
No nos cabe la menor duda de que estos lazos de juramento de fidelidad
que han acogido su pleno esplendor continuarán invariablemente y
demostrarán todas sus inagotables potencialidades.
Compañeros:
En la actual situación internacional de violentos enfrentamientos, el
mundo presencia con gran preocupación la aparición repentina de la banda
reaccionaria perversa, el nazismo contemporáneo, que intenta tergiversar la
historia mancillando las valiosas hazañas logradas por las generaciones
heroicas a costa de la sangre y vida.
a
El resurgimiento del nazismo que en el siglo pasado pretendió esclavizar
la
humanidad es un problema de suma importancia relacionado
directamente con el destino del género humano y una gran amenaza a todas
luces inadmisible.
Nadie tiene derecho a tergiversar o desvirtuar las proezas heroicas del
Ejército Rojo que salvó al mundo del nazismo.
El mero hecho de que yo celebre aquí con los amigos rusos el
aniversario 80 de la victoria en la gran guerra patria es la muestra de la
inconmovible y firme voluntad de Corea y Rusia de frustrar el reto del
neonazismo y contribuir a asegurar la paz del mundo y el bienestar de la
humanidad.
Hoy el ejército y el pueblo rusos, descendientes de la legendaria
generación de vencedores en la guerra, han vuelto a asumir por voluntad
propia la importante misión de asegurar la paz y seguridad mundiales y
llevan a cabo con valentía la operación militar especial contra Ucrania.
la
Con prontitud le hice saber al camarada Presidente mi consideración de
aventurera locura militar de las fuerzas hostiles que violaron
flagrantemente la soberanía y seguridad de la Rusia fraternal como invasión
a nuestro Estado y mi decisión de cumplir con el consecuente y sagrado
deber estipulado por el acuerdo. E impartí a las unidades de combate de las
fuerzas armadas de la República la orden de aniquilar en cooperación con
las rusas a los invasores neonazis de Ucrania y liberar la región de Kursk.
En acato a la orden de la patria, los mejores hijos del pueblo coreano,
para quienes el territorio del aliado es también suyo, batallaron con los
soldados rusos en la misma trinchera y rechazaron al enemigo común a costa
de la sangre.
Considero a todos los movilizados en la operación de Kursk, hijos
loables del pueblo coreano, como héroes y representantes supremos del
honor de nuestro país.
Ratificaron con la sangre la sólida alianza bilateral y pusieron de
manifiesto la inquebrantable amistad combativa y el elevadísimo nivel
estratégico de la alianza y hermandad de ambos pueblos
También en estos momentos nuestro Gobierno observa atentamente el
proceder insensato de Kiev.
Hace pocos días, las autoridades de Kiev intentaron otra acción perversa
y aventurera de volver a incitar a los bandoleros armados a una nueva
invasión al territorio ruso.
Como barbaridad maniática propia de los neonazis de Kiev que tienen
injertado el gen de la irracionalidad e inhumanidad, la denunciamos
tajantemente con el tono más fuerte.
Quienes nos denigran por la presencia de nuestras fuerzas armadas en
dicha operación deberían reflexionar y analizar detenidamente el contenido
del tratado interestatal que no es ningún secreto y que se ha dado a conocer
al mundo entero.
Si los ucranios no hubieran perpetrado la imperdonable atrocidad de
invadir el territorio ruso, no habrían sido almas errantes castigadas por
nuestras espadas y lanzas.
Nuestra participación militar fue justa y forma parte de nuestros
derechos soberanos.
Los invito a reflexionar.
Si hacemos la vista gorda a las descaradas acciones militares de los
títeres ucranianos contra el territorio de la potencia nuclear, terminarán por
envalentonarse con sus imprudencias temerarias y las imitarán las tropas de
Seúl, monaguillos más serviciales de Estados Unidos.
Esa temeridad se propagará como el virus muy contagioso.
Nos atañe cumplir con responsabilidad el deber de rectificar tales
comportamientos erróneos y arriesgados.
Si los lacayos de Estados Unidos y del Occidente y los armamentos
defectuosos y de baratijas no renuncian a su peligrosa intentona de la
agresión militar a nuestra hermana Federación de Rusia, y la atacan una vez
más, yo ordenaré sin vacilación el uso de las fuerzas armadas de la RPD de
Corea para rechazarla en fiel cumplimiento de los artículos y espíritu del
tratado con Rusia.
Es para mí una misión sagrada que debemos cumplir como sus
hermanos y compañeros de armas.
El 9 de mayo ocupa su lugar en la historia como símbolo del poderío, la
eternidad y la inmortalidad de la gran nación rusa. Como tal, esta seguirá
cobrando su fama de representante de la justicia que continúa el camino de
la victoria y de Estado poderoso que preserva el orden de un mundo
multipolar.
Mi íntimo amigo y estimado camarada Presidente de la Federación
Rusa, Vladimir Vladimirovich Putin,
Usted y su Rusia representarán y encarnarán para siempre el gran
prestigio y gloria.
El pueblo ruso saldrá victorioso indefectiblemente.
La historia del país vencedor seguirá ineludiblemente y Rusia será
siempre justa y victoriosa.
Compañeros,
Estamos en Pyongyang, muy distante de Moscú, pero en nuestro fuero
interno estamos con el camarada Presidente Putin, todo el pueblo y ejército
rusos que estarían en la Plaza Roja, lugar del desfile militar por la victoria.
Estoy firmemente convencido de que bajo la extraordinaria guía del
Presidente camarada Putin la Dirección y el pueblo rusos lograrán
infaliblemente la gran causa de la construcción de la potencia y hago mis
mejores votos de la eterna prosperidad y felicidad del hermano pueblo ruso.
Deseo de todo corazón un cielo despejado sobre el camino del hermano
pueblo ruso, su felicidad y prosperidad.
¡Viva el día de la gran victoria!
¡Viva la eterna amistad de Corea y Rusia!