La inteligencia diplomática de Marruecos

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Se le atribuye a Carl Von Clauswitz la frase “La guerra es la continuación de la política por otros medios”, sin embargo, esto no quiere decir que la diplomacia sea inservible a la hora de dirimir las diferencias entre uno o varios países, más bien puede el paso más adecuado para evitar un conflicto. Marruecos es un ejemplo de esta situación, pues mediante una diplomacia abierta, ha logrado más que presionando o coaccionando.

Rabat se ha convertido en un ejemplo valioso para la comunidad internacional, tanto que muchas veces se desconocen sus logros obtenidos a través de la cooperación internacional contra muchos de los flagelos que agobian a la civilización actual, como el separatismo, el yihadismo, la trata de blancas, etcétera. Es en suma, un Marruecos con una visión geopolítica eficiente.

Si retomamos tan sólo la forma en que asumió la crisis sobre el dirigente del polisario, Brahim Ghali, quien ingresó con un pasaporte falso a territorio español para recibir atención médica contra el Covid-19, en momentos en que Madrid estaba consciente de los crímenes perpetrados contra los españoles y los propios saharauis, veríamos en primer plano, una traición a la confianza y respeto del pueblo marroquí.

España, por supuesto, argumenta que se trató de una situación humanitaria, pero con ello también arrastró a Alemania, país líder de la Unión Europea, que ahora está inmiscuida en la crisis regional, debido a las impertinencias diplomáticas del país ibérico.

La situación está ya a un nivel problemático que Berlín ha comenzado a repensar su actitud respecto al llamado Sahara Occidental donde, al igual que España, ha estado jugando un doble papel en abierta burla a las autoridades marroquíes.

Tanto España como Alemania ahora no saben cómo esconder su escarnio cometido contra quien es su principal socio comercial y estratégico en el norte de Africa.

Haciendo un recuento de los esfuerzos diplomáticos adoptados desde el Palacio Real, a todas luces, puede verse que han conquistado cada paso con una inteligencia magistral, del que nadie se ha salvado. Desde la vecina España, hasta Francia y Argelia.

La presión contra Marruecos ha sido intensa y constante, pero la serenidad con que ha enfrentado las situaciones, la muestran en posesión de una diplomacia de renombre, incluso mejor que las de potencias como Suecia y Alemania.

La más reciente, la creada por Madrid hace un mes al recibir al titular del polisario, implicó una afrenta a la política bilateral, pues mientras que Rabat no apoyó a los separatistas catalanes, el gobierno ibérico recibió al separatista mayor del Sahara.

Aunque poco después de eso, la policía española se vio activamente impidiendo la entrada de más de 8 mil migrantes por los reductos de Ceuta y Melilla que, además de ser históricamente territorio marroquí, Madrid los usa como puntos de control migratorio. Fue cuando la queja española salió a la luz aduciendo que se trataba de una maniobra de Rabat en represalia al Ghaligate.

Obviamente la visión española no muestra en una mano lo que esconde con la otra, y eso es que Marruecos no es el responsable de la migración hacia España y, de hecho, hacia la Unión Europea, pero sí la falta de oportunidades que los migrantes no encuentran en sus respectivos países, sobre todo de origen subsahariano.

En tal caso, Marruecos no tendría que actuar como el “portero” migratorio de España o la Unión Europea, ha sido más bien que estos han querido convertirlo en un problema marroquí, cuando ellos han sido los escaparates de los necesitados por una vida mejor.

Marruecos construye su futuro y lo hace de manera planificada; creando bienestar en todos los ámbitos de la vida, para que su pueblo pueda vivir y contribuir a un futuro leal y sustentable. En estos casos, la mejor diplomacia es su estabilidad; la dura puerta contra las lamentables acusaciones y engaños de quienes por largo tiempo siguen pregonando una política de disfraz y de carnaval mezquino.

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