De una verdad del alcohol…

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– Toda una vida se le cerraba en su interior, había llegado a paso lento y no sabía ni reconocía el lugar en donde estaba…

 Luis Miguel Cobo

 1

La vida se le cerraba en su mente, la lluvia y los relámpagos del mismo infierno terrenal podía ver y sentir en su mente, era un paisaje diabólico y siniestro lo que solamente él dentro de sí podía mirar en su mente…

Toda una vida se le cerraba en su interior, había llegado a paso lento y no sabía ni reconocía el lugar en donde estaba, las paredes llenas de dibujos a mano, grafitis y tags por todas partes, firmas desconocidas, en una y otra y en todas las paredes, miraba al techo y pensaba que era el cielo, lo miraba oscuro, era la poca luz, pintado que parecía un infierno más para su colección mental de ideas maléficas en su interior que daba la impresión, para él mismo, que era obra de los mil demonios que a diario se imploran por cualquier ser humano, los que en ese momento no lo dejaban en paz, porque ahí estaban, sobre él, dentro de él, porque los había implorado desde hacía más de seis días…

Su pena era grande, pero más grande para con él mismo, no le importaba lo que la gente dijera y opinara de su comportamiento tan discordante en donde se encontrara y con quien estuviera, estaba apenado con él mismo porque había fallado para con su propia vida, en lo espiritual y profesional, estaba apenado y con ganas de llorar porque la gente extrañada lo miraba, como si no lo reconocieran y él no podía decir nada, deseaba ser él mismo y tomar una copa más de aquel tequila tan exquisito que había estado ingiriendo desde la mañana anterior, pero no alcanzaba la botella, no sabía en dónde estaba, lo había olvidado o quizás no lo recordaba, pero él sentía sed, mucha sed y tratando de mirar en dónde había quedado la botella, miró nuevamente aquel lugar infernal en el que se encontraba, trataba de buscar la botella, al mismo tiempo deseaba saber y traducir lo que cada dibujo en aquellas paredes querían decir, lo que habían tratado de exponer los autores que chance y fueron los mismísimos demonios sin armonía alguna, luego sentía que le decían algo, miraba al techo y el mismo infierno una vez más estaba ahí, a media luz y él esperaba a que se apareciera el jefe del infierno y le dijera el por qué estaba ahí…

Cerraba los ojos y era peor, los abría y deseaba gritar, alguien cercano al lugar posiblemente lo escucharía, abría la boca y trataba de gritar y nada, simplemente no podía hacerlo, estaba seguro que necesitaba un trago más de tequila, estaba completamente seguro que desde hacía varias horas no había dejado de tomar, y aun no era la hora para dejar de hacerlo. No lo esperaba nadie en su casa porque no había nadie, vivía solo desde que su esposa lo había abandonado por otro más terco y más borracho que él, más macho y más mujeriego, por eso tomaba, por eso ahogaba sus penas en el alcohol, por eso trataba de dejar de existir y se suicidaba lentamente con el arma más ligera y sabrosa que era el alcohol, sus días estaban contados, él sabía eso desde que había agarrado la borrachera como una tarea escolar que tenía que cumplir día con día y sin derecho a vacaciones, de vez en cuando un pericazo de coca no le caía mal, pero en ese momento no había nada en sus bolsillos, sabía que el polvo blanco lo liberaría de la pena tan grande que tenía en ese momento, que ese oro blanco era el pase directo para salir de aquel infierno que vivía en esos instantes. Pero aun la recordaba, con tequila y sin él, con el polvo y sin él, era ella, Ana Patricia, la belleza más grande que jamás había conocido, lo había abandonado hacía seis meses, había sido otro más cabrón que él, uno que no le gritara que no fuera tan imbécil como él, pero la diferencia se encontraba solamente en que seguramente aquel hijo de puta no la había golpeado como él lo había hecho en una de sus tantas borracheras, estaba seguro que él si era un joto…

Ella había llorado, lo amenazó e insultó, él no le creía, como era la primera vez seguramente después de un buen abrazo y chance si se la cogía se le olvidaría todo… pero no fue así, Ana Patricia no olvidó, al contrario, lo aborreció con todas sus ganas y lo abandonó en cuanto pudo. Ese día estaba pagando tantos abandonos a su mujer que tan hermosa, joven y decente era para con todos, se daba a respetar con la gente menos con un ser absurdo y bruto, un cerdo parido por alguna hiena o una zorra, era para ella un engendro del domino, solamente le faltaban los cuernos y la cola, era un ser despreciable que odiaba en esos momentos en los que él estaba perdido, ahogado en su propia pena buscando un refugio que por lo menos le brindara algo de calor…

Él no recordaba casi nada, pero esa misma noche, cuando caminaba por ahí se encontró con una hembra, como si estuviera en la selva, la olió y se metió en una cueva en donde la poseyó dos veces, la abandonó y continuó su camino, no se enteró si era mujer u hombre disfrazado de mujer… No se enteró si era joven o vieja, si delgada o gorda, si fea o por lo menos atractiva. El alcohol lo había embrutecido completamente, sentía que su alma se desangraba rápidamente, que su corazón latía cada vez menos y que su mente se oscurecía al mismo tiempo. Trataba de encontrar una ventana, un lugar que le indicara por dónde salir de ese infierno en el que se encontraba, percibí olores fétidos que no aguantaba, sus ojos no podían ver lo que había a medio metro delante suyo, el sueño lo estaba dominando, pero él sabía que muy pronto conseguiría un poco de polvo blanco que le arrebataría el sueño, le daría más pila, la energía necesaria con la que podría seguir tomando hasta animalizar aun más a su cerebro.

Por fin, pudo moverse unos cuantos metros, no más de tres o cuatro, logró ver una luz, ignoraba si era verdadero o falso aquello, traba de moverse más hacia aquella luz, no se daba cuenta si había paredes, ventanas o puertas, simplemente trataba de llegar hasta donde estaba la luz…

De pronto llegó a un lugar dentro del camino que lo llevaba hacia la luz en donde había una pequeña mesa dorada que brillaba mucho, arrastrándose logró acercarse hasta ella, pudo ver, muy de cerca, había encima varias botellas de bebidas alcohólicas y un tazón lleno de cocaína, lo primero que hizo al ver aquello fue respirar hondo, miró hacia la luz y se aseguró que aun estuviera ahí, inhaló coca, mucha hasta hartarse, tomó con la mano derecha, muy temblorosa, una botella, sentía que la borrachera se le bajaba y no deseaba eso, tomó y tomó, de una botella, era líquido con sabor a alcohol y con eso bastaba, tomaba por el efecto y no por el sabor, se sabía alcohólico pero no lo reconocía, daba un trago y luego otro, tragaba y luego otro más, era la guerra, el Armagedón de la coca contra el alcohol dentro de su cuerpo, la carrera de haber quien podía más, el final se acercaba y  no podía reconocerlo, simplemente deseaba sentirse bien y fuera de ese infierno, ignoraba que ya estaba en lo más profundo, en el lugar en donde ya no llegaba nadie, ni el mismo demonio, era, seguramente, el final del infierno…

Logró su cometido, su malestar estaba curado, según él, recordaba entonces que su amor más grande no había sido su esposa, aquella joven tan hermosa y de cuerpo tan fino y bien formado, tampoco era su forma de ser y aquellos ojos de su mujer que tantas veces lo embrujaron, lo hipnotizaron y así enamoraron, no, ese no era su máximo amor, lo que él en verdad amaba era su grande y lujoso automóvil color negro, su elegante casa y todos sus bienes personales y materiales, lo más importante sería siempre traer su cartera llena de billetes y su cigarrera de cigarros y un frasquito pequeño con medio gramo de coca colgado al cuello, un condón y la corbata limpia, en su portafolio un par de calcetines, una camisa y unos calzones limpios, una botella de algún fino perfume, su agenda y su chequera, por lo que pudiere ofrecerse, nunca documentos de la oficina… Esos eran sus verdaderos amores, los que lo llevaron hasta lo más alto del éxito que lo llevarían a lo más bajo y profundo de la ruina y el fracaso humano…

Y por fin encontró una ventana pero en el piso, como si fuera una puerta hacia un sótano, antes de mirar hacia dentro volteó a mirar si aún estaba la luz, y sí, aún estaba ahí, pero la sintió diferente, más débil y pequeña, no le hizo caso, él estaba seguro que ahí lo esperaría, primero tendría que averiguar lo que había allá adentro, seguramente una escalera hacia abajo y de ahí la salida para llegar a la calle, pensaba entre tantas cosas que existían en esos momentos dentro de su atrofiada cabeza.

Llegó y se hincó, trató de asomarse hacia abajo y una ráfaga de aire no le permitía hacerlo, luchó contra ella hasta que pudo lograr asomar la cabeza y medio cuerpo, se sostenía del marco de aquella puerta o ventana, se empezaba a sentir ligero, creía que era el efecto de la coca y el alcohol, aunque no era una sensación desconocida para él, en ese momento sí le era diferente pero la ignoró… Miraba y no detectaba nada, solamente humo o niebla, olía bien, se movía tratando de ver algo, de pronto le llegó el hermoso olor del perfume de su mujer, le gritaba pero no funcionó, una vez más, luego otro olor, parecía de su propio perfume pero no era, olía a hombre pero no era él… Empezaba a sentir como si sudara frío, no sabía nada, no escuchaba nada, todo era silencio y niebla y humo, pero nada de eso le molestaba a la nariz, pensaba que era gracias a la diosa blanca inhalada, con eso, él siempre era el rey del mundo, lo podía todo y contra quien fuera, pero sólo con el polvo, sin el polvo nada…

De pronto escuchó algo, unos quejidos, jadeos, una voz implorando amor, un grito desesperado de gozo y sentimiento, de mujer, luego de hombre, todo era un principio que para él era el epílogo que seguramente no soportaría. Aun no podía ver nada, pero los sonidos los podía escuchar cada vez más cercanos, eran jadeos que empezaba a reconocer, quejidos y palabras de amor que alguna vez había escuchado muy cerca de su oído. La bruma empezaba a quitarse, podía por fin ver algo, eran sombras que se movían de un lado a otro, la bruma se movía con mayor rapidez, él estaba desde arriba, ya podía mirar el suelo o la base de lo que pudiera estar abajo y que desconocía.  De pronto sintió que la luz bajaba su intensidad a la mitad, el ambiente allá abajo empezaba a aparecer frente a él como si estuviera mirando una película en la parte romántica, la niebla aun navegaba, pero en menor cantidad, apareció allá abajo la escena que imaginó gracias a los sonidos que se habían escuchado.

Sentía la necesidad de un trago más, de inhalar coca, de embrutecerse aun más para ignorar lo que estaba sucediendo, pensó también en regresar y dirigirse hacia la luz, pero había algo, una fuerza energética que no le permitía moverse de ahí, se resignó a continuar en donde estaba por cómo se encontraba.

Todo allá abajo apareció, como si estuviera en el teatro, luego en una filmación, como si la cámara de cine estuviera siendo manipulada por él mismo, extrañado miraba cómo podía realizar movimientos de acercamiento y alejamiento con tan sólo pensarlo, era muy extraño porque además él ignoraba todo acerca del cine y las cámaras para realizarlo.

Pudo ver una habitación, con sus muebles clásicos, idénticos a los que estaban en su casa en una colonia lujosa de la capital. Sobre todo, los muebles de la habitación, su recámara, había decenas de velas encendidas, grandes y chicas y todas de color rojo, daban un aroma a fresa que le pareció increíble, ambientaban todo aquel lugar transformándolo en un hermoso paraíso del romanticismo puro.  En pocos segundos pudo ver el mueble principal, una gran cama de medidas muy grandes idéntica a la suya, luego una mujer que se desnudaba completamente, lentamente, de manera muy delicada, sensual, se quitaba prenda por prenda, luego quedó ahí, sin ropa y de pie, otro ser se acercaba, era un hombre, él llegó desnudo al lugar de la escena, por la altura y mirar todo desde arriba no podía distinguir la cara de ambos, trataba de hacerlo y no podía, se abrazaban y besaban, solamente podía ver las cabezas de ambos sin reconocer a ninguno de los dos, la niebla comenzaba pero en cantidad mínima, todo aquel lugar era grandioso y sentía un deseo extremo de estar allá abajo, se sentía feliz y de muy buen humor al poder ver aquello, le gustaba el sexo, pensaba que estaba mirando un espectáculo pornográfico y esperaba impaciente a que la pareja se metiera a la cama y empezara el espectáculo erótico a su gusto…

2

 Sentía deshacerse por dentro, deseaba un trago más, la botella completa si fuera necesario, un pericazo más, tabaco, lo que fuera porque él no podría ver ese espectáculo así, en sus casi cinco sentidos o tan solo tres o dos… Fue tan grande ese deseo que de inmediato y sin darse cuenta estaba a su lado la misma mesa dorada, el altar al alcohol y la droga junto a él, nuevamente se metió todo el polvo que pudo aspirar en esos momentos y luego tomó una botella, la que primero pudo jalar y se la quedó, le daba tragos largos hasta que sintió que en su estómago ya no cabía más alcohol, el efecto empezó a sentirse dentro de su acabado cuerpo, fue cuando nuevamente buscó la manera y regresó a ver desde su lugar anterior lo que estaba sucediendo allá abajo…

El hombre visto de espaldas besaba a la mujer que tenía bajo su cuerpo, eran dos hermosos cuerpos desnudos que estaban realizando el acto máximo del ser humano, el amor que da principio a la muerte por el sufrimiento que causa el placer del sentimiento del amor espiritual encarnado y causado por el mismo ser humano, el mismo que da la vida, el mezclar ideas del pensamiento con actos físicos que conllevan al placer sano del contacto del cuerpo contra el cuerpo, de la piel propia pegada a la piel extraña y todo unido por el pensamiento del deseo y excitación sexual que solamente se controla por la mente, que a diferencia de algunos animales y otros no tan animales, razona…

Él desde allá arriba empezaba a excitarse al ver a ese hombre poseyendo a la mujer, miraba la espalda y las nalgas del hombre, lograba ver parte de las piernas de la mujer y sus brazos, no muy claros por la niebla que aun flotaba por algunos lugares que le impedía la vista completa, él creía que era parte del espectáculo para distraer la vista y sentirse aun más romántico, no estaba muy equivocado…

El hombre se movió y permitió ver el cuerpo de la mujer, joven y muy bien delineado, aquel triángulo oscuro bajo el vientre y la cintura lo excitaban aun más, luego las piernas, delgadas y muy bien formadas, muy hermosas, pero aun no lograba ver la cara de la mujer ni la del hombre. Se movían de un lado para otro, él trataba de distinguir y ver más claro todo aquel espectáculo que le empezaba a gustar cada vez más. Le daba uno y otro trago a la botella, casi la terminaba, el efecto continuaba dentro de su cuerpo y alma…

Pudo ver, por fin, en cierto momento el cabello de la mujer, le encantó, era café oscuro y muy lacio, sedoso y brillante, el hombre lo acariciaba y besaba, miraba el perfil de aquel macho y no podía reconocerlo, jamás lo había visto… El hombre por fin se levantó y volvió a subirse a la mujer, se besaban y en cierto momento se escuchó un jadeo y quejido, como si estuviera en el cine, el hombre había penetrado a la joven mujer, se notaban los movimientos y las caricias en la espalda del hombre, se sentía un aroma que le era conocido, se excitaba desde allá arriba mirando aquel grandioso y hermoso acto o espectáculo, deseaba estar ahí, en el lugar de ese macho que para él no era más que un pendejo…

De repente, en cierto momento que él no esperaba el hombre se movió y dejó al descubierto la cara de la joven mujer, tenía los ojos cerrados y parecía estar llorando, pero no, estaba gozando del placer que ese hombre le causaba mientras le hacía el amor. Le besaba y lamía los pechos mientras ella cerraba los ojos y acariciaba la nuca del hombre. Desde allá arriba se miraba todo, él había reconocido a esa mujer… era su esposa y creía que el hombre era él, pero no, esa no era su espalda, su malestar empezó en ese momento, le gritaba,

—¡Mi amor, no, por favor…! ¡No lo hagas…! —Continuaba gritando lo más que podía, —¡mi amor, me estás engañando, cabrona, eso es adulterio hija de la chingada…!

Nadie lo escuchaba, creía que ella lo escuchaba, creía que estaba a punto de matar a ese hombre, —¡Mi amor, salte de la cama, es mi cama…! ¡Lo mataré, te lo juro que lo voy a matar…! —Continuaba gritando, —¡es injusto, nena, Paty mi amor, mírame, aquí estoy, no lo hagas más…! —Bajó el volumen de la voz, no podía ya gritar, estaba agotado… —Ana Patricia créeme que ya no seré más como antes… —decía llorando e implorando, se arrepentía demasiado tarde, ella pertenecía, por culpa de él, a otro mundo, y ese mundo era otro hombre…

Estaba deshecho, el infierno se había convertido en su único universo en ese momento, no podía ver nada claro, se hacía demasiadas preguntas y para ninguna tenía respuesta, simplemente porque él no deseaba enfrentarse con la realidad y la verdad de su propia vida. Continuaba mirando aquella escena de amor que ya no le pertenecía, miraba frente a él, tendidos sobre la cama, dos cuerpos viviendo momentos exquisitos, se besaban y acariciaban todo lo que alcanzaban y podían. Él empezó a sentirse celoso y el coraje empezaba a cegarlo, era lo más injusto que le podría suceder a cualquier hombre, ver a su esposa haciendo el amor con un desconocido y no poder hacer nada… La niebla empezaba a cerrarle por completo la vista, ya no estaba excitado, ya no sentía que miraba lo mismo que antes, ahora eran ganas de matar y acabar con aquella pareja. Ya no podía ver nada, desde arriba con sus manos trataba de quitar la niebla sin lograr hacer nada, continuaba gritando sin que nadie lo escuchara… Este también es un pecado de la verdad…

3

 El viaje había sido largo, pudo recorrer todo lo que alguna vez fue suyo, pudo ver como le habían robado muchas cosas, pudo ver quienes fueron los que hicieron tales fechorías, y pudo ver al final quien se había quedado con su mujer y cómo gozaba de la vida con él… Estaba encerrado, no podía moverse, sentía que estaba fuera de lugar y solamente tratando de borrar de su mente lo que había visto desde aquel lugar ese día que no recordaba cuál había sido, ni tampoco nada de lo que había sucedido y por qué había llegado hasta donde se encontraba en esos momentos, lo único que había en sus pensamientos era aquella escena de un hombre cogiéndose a su esposa, por lo que estaba dispuesto a matar, por lo que había decidido amarla aun más, respetarla y vivir cuidándola más, “pero primero…”, pensaba él, “la tendría que matar y que volviera a nacer, me siento traicionado…”

Y fue entonces cuando, sin desearlo ni proponérselo, empezó a recordar todo lo que había vivido desde más joven, todos aquellos golpes morales y físicos que había dado a la humanidad que conocía y a la que no también, lo que vivió torturando a su mujer y a las otras mujeres de igual manera, recordaba claramente sintiendo vergüenza de sí mismo la manera tan cruel y cobarde como empezó haciendo su dinero aprovechándose de los demás, sus empleados, pobres individuos que trataba peor que a esclavos, a los que para que trabajaran con él exigía que olvidaran que eran seres humanos y que para ellos no habían derechos humanos, no había ningún tipo de protección ni nada por el estilo, ni particular ni oficial, y al que no le gustara su forma de trabajar simplemente tendría que irse de la empresa… Todo eso y más podía ver en su mente, detrás de aquella ventana sentía más ganas de llorar, se le antojaba una copa o la botella completa, sus riñones y vejiga estaban secos, sus narices estaban resecas y seguramente, pensaba él, sería por la falta de polvo, se preguntaba en donde había quedado aquella mesita dorada… No podía moverse, su infierno apenas comenzaba, estaba viviendo apenas el prólogo de su propia historia en el infinito, no imaginaba lo que el destino le deparaba, no sabía aun nada de la oscuridad mental que aguardaba allá, en algún lugar exclusivamente para él y nadie más…

4

Escuchaba algo, por fin sonidos, palabras y llantos, miraba y algo sucedía, deseaba hablar y nadie lo escuchaba, simplemente no podía…

—Míralo, pobrecito, si hubiera sido así como se ve, tan tranquilo y quietito, hubiera sido otra cosa… —dijo alguien por ahí.

Llegó su esposa, de una belleza exuberante, muy hermosa y elegante, acompañada de su nuevo hombre, él la esperó unos pasos atrás, ella se acercó, lo más cerca que pudo, cuando miró hacia abajo, por aquella ventana le dijo en voz muy baja y con un tono muy cariñoso,

—Hola amigo, porque ahora serás solamente eso y, ¿sabes?, me alegro mucho que estés ahí, así quise verte siempre desde aquel día, porque ese es tu lugar, porque ese eres tú… y no puedes decir nada, ahora yo soy la que habla, y debes de saber que solamente a ti pude amarte aquellos años, en nadie más me fijé, como tú lo hacías… pero ya no me preocupa, mira lo que traigo conmigo, un hombre de verdad, que me ama y respeta… pero bueno, ¿tú de eso qué sabes? ¡Nada…! ¿O sí? Te la pasaste siempre haciendo dinero, tomando y drogándote, creías que nunca me enteraba de nada, no amigo, siempre lo intuí todo… —él gritaba y no lo escuchaba,

—¡Eres una puta, lárgate de aquí, cabrona, lo que estás diciendo no es cierto, siempre fuiste una estúpida, eres una hija de la chingada, de la mala vida…! —Ella simplemente lo miraba a punto de reír, y se despidió diciéndole,

—Pero mi amor espero que no te molestes porque ese es tu lugar, y porque ahora sí, ese eres tú, mi cielo… —dio media vuelta y cuando salía del lugar toda la gente la miraba y de pronto olvidó decirle algo más, nuevamente regresó hasta la ventana y dijo, —¡ah!, por cierto, querido… olvidaba decirte, siempre el color negro fue tu preferido, recuerdo tu lujoso y gran auto negro brillante, y ahora este eres tú, dentro de este féretro negro, la verdad te queda muy bien… —Se alejó de ahí cerrando en forma despreciable la ventana del ataúd por la que se podía ver el cadáver…

 

FiN…

© – ® 2024 – México – Del libro “CRÍTICA DE LA RAZÓN INSENSIBLE” ® – México D.F. 2022 – Todos los derechos reservados. Luis Miguel Cobo / La Voz del Árabe / La Voz del Arte – NOTA MUY IMPORTANTE: Todas las historias contenidas en este libro son creación del autor, de su imaginación, por lo que cualquier semejanza con la realidad es responsabilidad única y directa de la imaginación del lector, que conste…

La Voz del Árabe / La Voz del Arte: Autorizan la reproducción de este cuento a condición de que cite la fuente y que no sea modificado en ninguna de sus partes, ortográfica y redacción, no podrá ser utilizado con fines comerciales. Favor de informar dónde y cuándo se publica a: lavozdelarabe.int@gmail.com.

Imagen: LVÁ -Lm

La Voz del Árabe (LVÁ) – Vamos a Leer – Cd. de México, noviembre 27 del 2024

 

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