Discurso de Kim Jong Un en honor a los mártires caídos en la operación militar en ultramar

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Compañeros:
Aprovechando este encuentro con los familiares de los mártires quienes dieron su
preciosa vida a la defensa de la dignidad y el honor de la patria, quisiera decirles unas
palabras.
Siento un indescriptible ardor y respeto viendo a ustedes sobrellevar con entereza el
gran dolor de la pérdida.
Tiemblo constantemente y no puedo dedicarme a ninguna tarea pensando en ustedes
quienes no sabían nada de sus amados hijos y esposos y que fueron sorprendidos por un
impacto inesperado.
Una vez más confieso a todos ustedes la pena que siento por no haber podido lograr
que nuestros oficiales y soldados caídos en tierra ajena se resuciten y regresen a la patria,
ni proteger sus preciosas vidas.
Viendo a unos familiares suyos durante la ceremonia de condecoración estatal,
también pensé mucho en otros que no pudieron participar en ella.
Por eso organicé aparte este encuentro con todos los familiares de los héroes para
consolarlos y aliviar su tristeza y el dolor de la pérdida aunque sea en poca medida.
Mis más sentidas condolencias a todos ustedes que con el dolor de haber perdido a
sus parientes cercanos han acudido a este acto, teniendo todo el derecho a compartirlo
con sus más queridos en medio de la bendición de todo el país.
Cuando observaba el rostro y el nombre de cada uno de nuestros héroes en la pared
de recordación, todos bien parecidos y vigorosos, me imaginé a los padres de estos hijos
tan excelentes y también a sus esposas y pequeños a quienes amaron con tanto fervor.
No puede haber hijos excelentes sin padres excelentes. Si ellos no hubieran amado
de veras a sus padres y la tierra que los vio nacer, jamás habrían actuado con tanto coraje
en los últimos de su vida.
En la trayectoria de hazañas de los héroes que desafiaron la muerte en sus ataques
en acato a la orden de la patria encontramos a los que los formaron con rectitud e
infundieron en sus almas puras el amor a la patria y la tierra natal y percibimos de forma
palpable las manos atentas que les dieron apoyo, fuerza y ánimo en sus abnegados
servicios.
Nuestro ejército es indoblegable, todo lo hace posible y triunfa infaliblemente,
porque lo constituyen los hijos del pueblo más fuerte, patriótico y justo del mundo, de un
pueblo grande y heroico que ha compartido el mismo destino que su país con su
indoblegable vida y lucha de generación en generación.
Se fueron de nuestro lado con su juventud y grandes propósitos, pero el ímpetu
indomable y el espíritu revolucionario de ellos quienes con su sangre escribieron una
nueva crónica de victorias de nuestro Estado y promovieron con vigor el heroísmo de
todo el pueblo perviven en nuestra memoria.
El Partido y el Gobierno honrarán a los héroes respetados y enaltecidos por el país
entero y también a las personas magníficas que les dieron una formación auténtica y
harán cuanto esté a su alcance para que disfruten antes que nadie de una vida hermosa en
la patria defendida por los mártires a costa de la vida.
Quienes más me afligen son los niños.
De nuestro lado se fueron nuestros oficiales, dejando atrás a sus pequeños adorables
y a sus mujeres amadas.
De nuestro lado se fueron nuestros soldados añorando la mirada atenta de sus
madres.
Cuando encaraban la muerte despidiéndose de cuanto amaban, todos ellos dejaron
por escrito su deseo de que prosperen la patria y Pyongyang y gritaron vivas a la
República Popular Democrática de Corea.
Aunque no me dejaron ninguna carta, por muy corta que sea, pienso que me
encargaron a estos amados hijos suyos.
Seguro que me los encargaron.
Esa solicitud no se hace por escrito ni oralmente.
Se la escucha con el alma y con la fe y yo la escuché.
Tal como deseaban, yo me encargaré de sus familiares e hijos.
Aquí están presentes los directores de las Escuelas Revolucionarias.
También están presentes los altos cuadros de nuestro Estado.
Enviaremos a los hijos de los héroes a las Escuelas Revolucionarias. Yo, el Estado y
nuestro ejército nos encargaremos totalmente de su formación y, cuando sean
combatientes firmes y valerosos como lo fueron sus padres, los incorporaremos en las
filas principales de nuestra revolución.
Próximamente, en el municipio Taesong de la ciudad de Pyongyang se levantará un
nuevo reparto para los familiares de los soldados que, como canta una canción, hicieron
resplandecer su vida como la estrella y fallecieron desgraciadamente en sus abriles y
vamos a nombrarlo Saepyol (lucero matutino-N. del Tr.) loando sus grandes hazañas.
En el área más idónea de la arboleda, ubicada frente al reparto, enterraremos los
restos de los mártires y erigiremos un monumento a sus imperecederas hazañas de
combate para evocar a los grandiosos soldados que demostraron la firmeza del pueblo
coreano y defendieron el prestigio y el honor del Ejército Popular de Corea, de modo que
a toda hora el pueblo pueda visitarlos, recordarlos y compartir con ellos todas las glorias
y alegrías.
El Partido y el Estado ayudarán sinceramente a sus familiares a comenzar una vida
dichosa en Pyongyang como objeto de respeto y admiración del país entero.
En nombre de todos los oficiales y soldados de nuestro ejército y del pueblo entero,
una vez más inclino la cabeza a quienes soportan con dignidad la tristeza de haber
perdido a sus amados, consideran laudables, enorgullecedoras y dignas de respaldo la
noble vida y la última decisión de sus hijos y esposos.
Mis votos de la pronta recuperación del dolor de hoy para todos los familiares de los
caídos.

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