Discurso del estimado camarada Kim Jong Un por el 80 aniversario de la liberación de la patria

Queridos compañeros y amigos,
Amados ciudadanos de Pyongyang, el pueblo entero y oficiales y soldados del Ejército
Popular:

En esta plaza de liberación reproducimos hoy la profunda emoción que hace 80 años
sentían decenas de millones de habitantes por el júbilo de haber recuperado el país.
Este día festivo en que enaltece la sagrada trayectoria del nuevo nacimiento y
desarrollo de nuestro Estado es el enfoque de la época y el balance orgulloso de cómo la
nueva Corea ha encumbrado a lo más alto su dignidad y honor en sus ocho décadas de
historia con el espíritu inmarcesible que produjo un viraje en el destino del pueblo y la
ardua resistencia de decenas de años.


En este significativo momento, rindo mi profundo homenaje a los combatientes
revolucionarios antijaponeses y mártires patrióticos quienes dieron todo lo suyo en la
sagrada lucha por la independencia y prosperidad de la patria, en nombre de todos sus
descendientes quienes llevamos una vida valiosa en un terreno de libertad y prosperidad
que heredamos de ellos.
Mis cordiales saludos a todo el pueblo y todos los oficiales y soldados de nuestras
fuerzas armadas que, con su fervoroso amor e ilimitada inteligencia en aras de nuestra
valiosa y sagrada patria, abren una nueva era de fortalecimiento y desarrollo.
Rindo mi sublime tributo a los oficiales y soldados del Ejército Rojo que dieron su
sangre caliente a la obra de emancipación de nuestro pueblo, en memoria de sus hazañas
en las batallas.
De igual forma, saludo cordialmente al camarada Vladimir Vladimirovich Putin,
Presidente de la Federación de Rusia, quien expresa su gran confianza y sentimientos de
fraternidad, celebrando esta efeméride como fiesta común de ambos países, al camarada
Byacheslav Volodin y otros distinguidos huéspedes rusos que se encuentran de visita en
nuestro país, los entrañables compañeros de armas rusos y el pueblo hermano de Rusia.
Compañeros:
El 15 de agosto de 1945 es el día de la gran victoria y el origen del cambio del destino
del pueblo coreano que recuperó su dignidad independiente equivalente a su vida.
En los siglos pasados muchos países y naciones se vieron en la trágica situación debido
a las guerras de conquista de las potencias que arrasaron el mundo, pero ninguno sufrió
tanto martirio como el nuestro que fue pisoteado cruelmente y saqueado completamente
durante la ocupación colonial del imperialismo japonés.
Fue la liberación de la patria la que detuvo la corriente histórica a su arruinamiento que
fue la mayor ignominia de la nación en los cinco milenios de su historia y le produjo gran
rencor y congoja.
La celebramos no solo como un acontecimiento de la independencia de la colonia sino
también como una empresa memorable por muchas generaciones, porque fue lograda por
la noble alma y sacrificio del pueblo coreano.
La dominación colonial del imperialismo japonés está registrada como historia de
martirio del pueblo coreano y a su vez como historia de rebeldía escrita con la sangre por
una nación de fuerte patriotismo y orgullo que jamás admite la injusticia.
Con todas sus represiones y barbaridades sin precedentes dirigidas a suprimir el alma y
el espíritu de Corea, el imperialismo nipón no pudo eliminar su firme espíritu de la
independencia, y su lucha patriótica y antijaponesa por recuperar su soberanía estatal
arriesgando la vida no se detuvo un momento.
La lucha armada desarrollada por los hijos e hijas sobresalientes del pueblo coreano
contra el imperio nipón que emergió como potencia asiática, fue una resistencia sangrienta
a muerte en que sobrellevaron las duras pruebas y dolorosos sacrificios encargándose del
destino de la patria y los descendientes. Las proezas de la revolución antijaponesa que
realizaron con su invariable posición independiente constituyen el testimonio irrefutable
del trayecto recorrido por el pueblo coreano para lograr la independencia con sus propios
recursos.
No es jamás un suceso inventado por el curso de la historia sino una victoria del
espíritu independiente conquistada por todo un pueblo opuesto al imperialismo japonés a
cambio de grandes sacrificios, he aquí el carácter revolucionario y la significación política
de nuestra causa de la liberación.
A raíz del 15 de agosto, nuestro pueblo lo rescató todo: soberanía, territorio, recursos
naturales, historia y cultura. Tuvo toda la posibilidad del disfrute de la libertad y la forja
del destino y con la frente alta protagonizó la gran obra de la fundación del Estado que
procuraría su desarrollo democrático y felicidad.
Aunque comience un nuevo capítulo de la historia como los pasados ocho decenios y
devenga otra época con un nuevo nombre, el peso y el valor del 15 de agosto, fruto de la
propia voluntad y lucha de nuestro pueblo seguirán siendo absolutos, sin variar ni menguar.
Compañeros:
Hoy acogemos el aniversario de la liberación con el infinito orgullo de haber
imprimido las huellas más enorgullecedoras y sagradas para los mártires, la patria y las
venideras generaciones.
Si una gran historia forjada a costa de la vida no prosigue por quienes la defienden a
todo precio y si la valiosa conquista legada por los mártires no se protege ni brilla por la
lucha de las generaciones que les siguen, tal país y nación verán interrumpida su estirpe e
incluso se privará del derecho de tener recuerdos honorables.
Hoy festejamos por todo lo alto el aniversario de la liberación de la patria porque nos
produce un orgullo auténtico el trayecto de lucha que hemos recorrido gustosamente para
construir un Estado eternamente poderoso y próspero en este territorio impregnado de la
sangre roja de los mártires.
El 15 de agosto es el día de la victoria en que se realizó el anhelo de la libertad e
independencia de nuestra nación y al mismo tiempo el de inicio de la lucha para poner
punto final a la historia de martirio y levantar una potencia.
La nueva misión histórica emprendida por los comunistas y el pueblo coreanos con esa
fecha como punto de partida, ha sido difícil desde sus comienzos, pues ha estado
acompañada de una exploración inusitada ajena a todos los conceptos y fórmulas
convencionales y de un batallar arduo y desigual contra los países enemigos cuya forma de
supervivencia es la contrarrevolución.
La liberación destruyó a las fuerzas opuestas a su desarrollo social y su base, pero la
presión e injerencia de las fuerzas dominadoras destinadas a mantener para siempre la
diferencia entre las naciones avanzadas y las atrasadas supusieron para nosotros
incontables desafíos y dificultades, al igual que el imperialismo real obsesionado en las
guerras de agresión y subyugación contra los países recién independizados, las maniobras
de división y discordia y en política neocolonial.
Pero todo ello fue inerme ante el gran orgullo y fortaleza del pueblo coreano.
Su fe independiente de no volver a ser violado por las fuerzas foráneas prevaleció
sobre la tiranía y coerción. Venció dificultades y pruebas con el esfuerzo y afán patriótico
de construir una vida digna y dichosa.
La gloriosa historia de la potencia, en cuyos años crueles aplicamos nuestra propia
manera en la política, la economía y la defensa, lleva impresa, además de la vitalidad de la
línea independiente que ha sido el principio invariable y el mandato inviolable de la
construcción y las actividades de nuestro Estado, la fortaleza propia del pueblo coreano
que no renuncia a su autoestima aunque tenga que morir.
Cientos y miles de libros serían insuficientes para narrar en ellos nuestros sufrimientos
y penas en el empeño de defender el ideal y sistema que escogimos y hacer poderosa y
próspera a nuestra patria.
Con todo, nuestro pueblo siente el singular orgullo de haber fraguado su historia y
realidad con una valiosa lucha y dignidad, como para recordarlo todo como gloria y
felicidad. Por propia voluntad instauramos y defendemos un régimen que nos promete una
existencia independiente y duradera. Con nuestras manos cultivamos una fuerza que a
cualquiera le hace descartar la idea de atacarnos. A nuestra manera fomentamos el
florecimiento y la prosperidad. Estos le motivan a nuestro pueblo un orgullo sui géneris.
Con esa fuerza y orgullo, nuestra patria ha emergido como firme bastión de la
independencia, dignidad y paz y hace una contribución nada desdeñable a la obra de la
emancipación de la humanidad, neutralizando la arbitrariedad y coerción del imperialismo
que pretende revertir el curso de la historia.
Son infinitos el orgullo y la emoción de nuestro pueblo que celebra el octogésimo
aniversario de su liberación después de construir con su lucha, fuerza e inteligencia un país
poderoso y floreciente, tal como deseaban los mártires revolucionarios quienes perduran
en una juventud eterna.
El aniversario de la liberación es el monumento a la prosperidad lograda por nuestro
pueblo, libre de la esclavitud y obediencia, sobre la base de la soberanía e independencia.
Es también un momento relevante de la dignidad y orgullo en que escribimos de nuevo la
posición y el prestigio de la patria con el inquebrantable espíritu independiente y la lucha
indomable.
Compañeros;
En este momento en que recordamos los últimos 80 años que comenzaron con el
histórico nacimiento de la nueva Corea, me invade una vez más el profundo sentimiento de
respeto hacia nuestro gran pueblo.
Evocamos un sinnúmero de nombres de quienes dieron victoria y honor a la patria con
hazañas de combate y méritos en diferentes décadas y épocas. En nuestros corazones
pervive el espíritu de un sinfín de héroes enterrados en esta tierra con el sueño, amor y
juventud.
Por un siglo entero desde los días de la lucha antijaponesa se hereda de forma íntegra
la fortaleza típica de los coreanos que no vacilan en dar su vida y poner a sus preciosos
hijos al servicio de la patria y la revolución y que consideran la muerte de sus
descendientes no como una tragedia sino como una gloria.
Ahora me doy cuenta de que ella no es ningún sentimiento especial o tentación puestos
de manifiesto en un tramo de la historia, en las circunstancias severas y enconadas de la
revolución antijaponesa, sino la noble concepción de nuestro pueblo que considera la vida
dedicada a la victoria y gloria de la patria como la más valiosa y dichosa, y el espíritu y
tradición, equivalentes a la sangre, que siempre continúan y se heredan inevitablemente.
Esta tradición inmortal es precisamente la primera superioridad y grandeza del pueblo
coreano.
La historia y la realidad evidencian qué personas mantienen el poder de este país, con
qué convicción y espíritu continúa la revolución y en qué radica la grandeza de Corea.
Las masas populares son justas y poderosas por su naturaleza, pero en el mundo no hay
un pueblo tan justo, tesonero y con tanta autoestima como el coreano.
A tal pueblo nadie lo doblega y un Estado que construye y sostiene un pueblo tan
patriótico y orgulloso será para siempre poderoso e inmortal.
Quisiera aprovechar esta oportunidad para rendir el sublime respeto y saludar de
corazón a nuestro pueblo, infinitamente fiel a la misión histórica que asume ante la época
con el amor sincero e invariable a la patria y la perseverancia indoblegable.
Compañeros y amigos;
La enconada contienda por la liberación coreana registra obviamente los méritos de
oficiales y soldados del Ejército Rojo que lucharon heroicamente en la primera línea de la
conflagración mundial contra el fascismo, y nuestro pueblo tiene aún frescas en su mente
las proezas internacionalistas de los hijos eminentes del pueblo ruso.
El ideal de la justicia y los esfuerzos del pueblo ruso que apoyó la lucha de la
emancipación de un pueblo fraternal contra el imperialismo y el colonialismo sirven de
una valiosa herencia en las relaciones Corea-Rusia que se trabaron con la sangre y se
consolidan cada vez más.
Actualmente, las relaciones entre Corea y Rusia se desarrollan como una alianza que
no se ha visto jamás en la historia y se consolidan en el bregar común para impedir el
resurgimiento del neonazismo y defender la soberanía, la seguridad y la justicia
internacional.
Ambos países están siempre al lado de la justicia y hoy también representan con una
lucha resuelta la aspiración y la demanda de la humanidad contra la hegemonía y para la
imparcialidad y la justicia.
Este año la humanidad acoge el aniversario 80 del fin de la Segunda Guerra Mundial
que derrotó el fascismo que buscaba esclavizar a todo el mundo, y que puso punto final a
sus atrocidades criminales.
No obstante, en la palestra internacional se dan abiertamente los actos peligrosos
encaminados a borrar el resultado de la guerra antifascista mundial y la lucha para la
liberación nacional, logrado a costa de la destrucción desastrosa y del gran sacrificio. Y las
tentativas extremadas de los imperialistas de atentar contra los derechos e intereses de los
Estados soberanos se agravan como nunca antes.
Frustrar las maquinaciones sumamente atroces e insensatas encaminadas a conducir
hacia la derecha y lograr la unipolaridad de Europa, Asia y, a la larga, de todo el mundo
con guerras sucesivas y la política de chantaje de quienes abrigan la ambición de
reproducir la hegemonía política que van perdiendo a lo largo de la historia es la misión
histórica que deben asumir gustosamente los países y pueblos amantes de la paz y fieles a
la justicia. Esto demanda la solidaridad poderosa y la lucha común de las fuerzas
progresistas.
Ahora Corea y Rusia escriben una nueva historia de la justicia luchando en la misma
trinchera por la dignidad y soberanía del país y la paz y seguridad del planeta.
Es inagotable la fuerza de la unidad Corea-Rusia, que tiene como cimiento la historia y
la tradición preparadas por el noble ideal y la auténtica amistad y que apoyan la revolución
con la sangre.
En adelante, nuestro Partido y Gobierno serán fieles a la misión que le han confiado la
época y la historia por la independencia y la justicia y en esta trayectoria ambos pueblos
siempre harán gala de su notable fama de vencedores.
Compañeros:
Este país levantado por un gran pueblo y que este cultiva, avanza vigoroso hacia la
prosperidad en medio de los retos y dificultades severos.
Es muy importante la misión confiada a la joven generación por los mártires que
dieron la vida para el hoy y el mañana de la patria poderosa y próspera y para la posteridad que vivirá en esta tierra generación tras generación.
Superemos los retos sin vacilación por la gran potencia, por la eterna estabilidad y
prosperidad de nuestro amado Estado que brillará eternamente.
Hagamos grande a nuestra patria con nuestra fuerza potenciada en la lucha y con la
dignidad y temperamento propios de nuestro pueblo.
La dignidad y la gran historia gloriosa del pueblo coreano brillarán para siempre
de generación en generación.
¡Viva el gran pueblo coreano!
¡Viva nuestra gloriosa patria, República Popular Democrática de Corea!

DEJA UNA RESPUESTA