En medio del caos, Daniel Ortega propone adelantar elecciones

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El caos reina en Nicaragua. A poco más de dos meses de los disturbios que comenzaron por protestas populares contra las reformas de pensión, la población ahora vive en un estado de amenazas y temor. El que era considerado como uno de los países más seguros de Centroamérica ahora luce como un preludio de una guerra civil. Ante esta situación, el prsidente Daniel Ortega decidió adelantar las elecciones a marzo, pese a que su mandato concluye hasta el 2021.

La propuesta hizo reaccionar a Estados Unidos, a través de su Secretaría de Estado que calificó la acción «como un camino hacia adelante constructivo”. Por su parte, Jaime Wheelock quien es junto con Ortega uno de nueve comandantes revolucionarios del Frente Sandinista de Liberación Nacional de los años setenta, dijo que diálogo es la única manera de salir de la crisis política actual.

“Me preocupa que la violencia escale, que se convierta en un conflicto armado de baja intensidad”, advirtió Wheelock, quien se alejó de la política después de que el sandinismo perdió las elecciones de 1990. “La comunidad internacional no parece entender lo seria que es la situación y mientras no lo hagan la población nicaragüense queda indefensa”.

Por su parte, los diarios internacionales describen escenas realmente preocupantes de la situación que vive el pueblo nicaraguense. Carreteras bloqueadas por bandas encapuchadas que actúan como halcones revisando a pasajeros y vehículos. Individuos protegidos detrás de barricadas en ciudades cercanas a Managua como Estelí y Masaya, donde se han reportado enfrentamientos que han dejado al menos una decena de heridos y una persona muerta.

La población está incluso organizada y armada con morteros domésticos para impedir el paso de policías antimotines enviados por el presidente Daniel Ortega, cuyo gobierno se encuentra bajo presión nacional e internacional. Obviamente, los paramilitares se abrían paso con mejores armamentos, haciendo huir a los jóvenes que se rehusan a levantar los tranques, empalizadas con las que bloquean el acceso a las vialidades.

Ráfagas de disparos se oyen en las vacías avenidas, mientras la gente permanece encerrada en sus casas como sometidas a un no declarado estado de sitio. Las cortinas se abren discretamente para saber qué es lo que está pasando

Pero al final del día la resistencia no tenía cómo enfrentarse al poderío de los hombres enviados por el presidente Daniel Ortega, con la intención de rescatar a un comandante policial encargado de contener el levantamiento en Masaya, pero que terminó siendo rehén durante semanas.

De hecho, la gente no duda en calificar su propia situación como una campaña de terror lanzada por las fuerzas gubernamentales, dirigidas a amedrentar la alianza de opositores, integrada por empresarios, estudiantes y activistas que rechazan le diálogo convocado por Ortega y su esposa Rosario Murillo.

Los estudiantes no quieren volver al diálogo, auspiciado por la Iglesia, porque de hacerlo tendrían que levantar sus barricadas y dejar a un lado la rebeldía con la que han estado presionando a las autoridades. Temen perder la escasa ventaja que ahora tienen sólo por nada.

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